Historia de un suplente
#2 | Un libro de Miguel Fullana que recorre sus años en Newell's. Un relato donde se mezcla la gloria de ganar cuatro campeonatos con reflexiones sobre el lugar que ocupan los jugadores suplentes.
Pablo es de Boca y vino a Rosario desde Máximo Paz. Nos hicimos amigos en la facultad. En su departamento de estudiante tenía un televisor blanco y negro de 14 pulgadas arriba de una mesita. Estaba visiblemente roto, abollado atrás y con la pantalla astillada en la parte superior. Ahora no me acuerdo si funcionaba o no.
- Pobrecito, le pegué una patada cuando Pico erró el penal contra ustedes.
Un día estábamos haciendo un trabajo de no sé qué materia, se nos terminaron los bizcochitos 9 de Oro y fuimos a buscar otro paquete a la granjita de mitad de cuadra. La atendía su dueño: un flaco de rulos y lentes, trato amable y austero. Le vi cara conocida.
- Y también dame unos Parisiennes, Miguel.
Cuando salimos de la granjita, le dije a Pablo:
- ¿Vos sabías que Miguel es uno de los responsables de tu televisor roto, no? Miguel Ángel Fullana, el Ciego. Era jugador de Newell’s y fue titular en la final contra Boca.
Eso habrá sido en el 95 o 96 y en julio de 2023 se lo conté como un cholulo al propio Fullana, que estába en la puerta de mi casa con el baúl de su auto abierto. Vive en Roldán y se vino hasta Funes a traerme un libro que le compré, un libro que él escribió, un libro autobiográfico en el que habla de su carrera. Se llama “Comadreja” pero lo mejor es el subtítulo, “Historia de un suplente”. Insuperable. Me enteré de su existencia gracias a Santi, que en su momento reenvió al grupo de wasap del fulbito de los miércoles un flyer promocional y un mensaje con algo de información: “Hola, buenas noches. El libro trata de un suplente, historia, anécdotas, hablo un poco de cómo llegan los chicos, de las dificultades, hay fotos en blanco y negro inéditas de mi carrera”. Sentí que lo necesitaba. Pregunté a qué número había que escribir por privado y Guille enseguida pasó un contacto, el de Fullana. Le escribí, me contestó, combinamos día y horario y se llegó hasta mi casa. Me autografió el libro y se excusó por su mala letra.
A los pocos días, hizo la presentación en el salón del Departamento de Cultura de Newell’s (que está en el club, debajo de la popular del Palomar) y fuimos con Guille. Después escribí esta reseña y, cuando lo volvió a presentar (esta vez en la Biblioteca de la Asociación Empleados de Comercio Rosario), me invitó generosamente para que la leyera.
Junto a Martino, Llop y Scoponi, Fullana es uno de los jugadores con más títulos en la historia de Newell’s. Llegó al club en enero de 1982, con 15 años recién cumplidos, porque Jorge Bernardo Griffa le vio talento en la final de un torneo interzonal que su equipo de entonces, Barracas de Colón, perdió en el Parque contra la primera local. “A ese chiquito lo quiero en Newell’s”, dijo el hombre que revolucionó las divisiones inferiores en Argentina y sentó las bases de un proyecto modelo que se terminó cuando llegó a la presidencia Eduardo López en diciembre de 1994 y lo desmanteló. Pero eso ahora no viene al caso (simplemente me acordé y lo quería decir para señalar lo dañinos que fueron los catorce años de López), volvamos a Fullana: Griffa le ofreció quedarse en la pensión y él se quedó.
En su libro cuenta cómo fueron esos años viviendo debajo de la tribuna del club, los entrenamientos de día y los estudios de noche, los viajes a su pueblo haciendo dedo, la soledad, la comida escueta y las facturas del día anterior que les conseguía el profe Chiche Lutman, los robos hormiga a la cocina de Nelipe García, “la vida espartana de pensión”, como la llama en un momento. Dice que nunca había imaginado ser jugador de fútbol profesional. Pudo debutar con Juan Carlos Montes en 1984 por una lesión del Gato Macat y no se dio porque Griffa sugirió que era mejor no apurarlo. Habla de ilusiones y frustraciones, de la cabeza de un chico que soporta presiones del entorno y se expone a emociones para las que no siempre está preparado. En 1985 lo convocó Pachamé para jugar en la selección juvenil argentina sub 19 (antes era así, sub 19) que quedó eliminada en el Sudamericano de Paraguay y no pudo clasificar al Mundial de Unión Soviética. De Newell’s también fue convocado el Negro Juan Daniel Sen, un delantero ligero y bien picante que se murió de un paro cardíaco en marzo de 2023. “De ese paso me quedó la comida en el restó de al lado del hotel, les recuerdo que yo vivía en la pensión a papas y huevo duro. Todos los días a la noche pedía ravioles a la parisienne”. También es de una ternura muy inocente cuando cuenta que después del primer entrenamiento con la selección sólo devolvieron a la utilería la mitad de la ropa Le Coq Sportif que les dieron y que Bilardo al día siguiente, con elegancia, les pidió que la restituyeran.
“Historia de un suplente” tiene pasajes extraordinarios, muy bien escritos y con sentido del humor. Hay otros más solemnes en los que no se termina de soltar y se limita a enumerar anécdotas en lugar de narrativizarlas, quizás sea por pudor, por su perfil bajo o porque prefiere la discreción respecto de algunas situaciones o personas. También hay mucha reflexión, mirada crítica y algo de catarsis controlada. Mientras se avanza en la lectura, uno intuye que a Fullana no le resultó fácil, que lo de ser suplente parece un buen chiste puesto en el título pero es más profundo. Queda claro que al tema lo viene masticando desde hace años, no por él en particular sino por el lugar incierto que el mundo del fútbol les asigna a quienes no son titulares, sobre todo en la etapa de formación pero también en primera división e incluso en la competencia de elite.
El Ciego Fullana finalmente debutó en primera en 1986 y se fue del club en 1992. En esos seis años ganó cuatro campeonatos, alternó en casi todos los puestos de defensa pero nunca se pudo consolidar como titular. Le tocó competir con enormes jugadores de una línea de cuatro que salía de memoria: Basualdo, Theiler, Pautasso y Sensini. Y cuando se dio el recambio enseguida aparecieron otros cracks: Saldaña, Gamboa, Pochettino y Berizzo. Las estadísticas dicen que jugó 121 partidos y metió cuatro goles (en el libro repasa cada una de esas jugadas y es genial lo que dice sobre el desgaste físico y mental que les provoca meter un gol a los que no están acostumbrados). Pero no lo convencen esos números, tiene una discusión filosófica con el criterio que se usa para la recolección de datos. “¿Por qué no se cuentan los partidos que uno va al banco y no entra?”, se preguntaba el jueves 13 de julio durante la presentación de “Comadreja. Historia de un suplente”. En la página 122 está el registro preciso. Estuvo entre los dieciséis que salieron a la cancha 182 veces y 61 se quedó sentado sin entrar ni un minuto, jugó 121 partidos, 94 como titular y 27 entrando desde el banco. 78 veces disputó el partido completo y 16 salió reemplazado. Las cuatro veces que metió un gol, el equipo ganó.
“Yo no siempre fui suplente. Es más, antes de llegar a la primera de Newell’s nunca había sentido la sensación de ser suplente. Por lo tanto, no sabía qué sentía un suplente. Jamás imaginé qué sentía un suplente y ni siquiera me lo preguntaba. Porque cuando jugaba de titular nunca me acerqué a un suplente a preguntarle cómo estaba, qué sentía o cómo disfrutaba los éxitos. Porque aunque seas el mejor suplente del mundo en algún momento te vas a preguntar para qué tanto esfuerzo y sacrificio si vas a ser ignorado en los triunfos y manipulado en las derrotas”.
Cuando se fue de Newell’s tenía 25 años y una lesión en la rodilla que prácticamente le impidió seguir jugando. Si saco la cuenta, aquel día de 1995 o 1996 que lo vi atendiendo la granjita orillaba los 30. En ese momento su relación con el fútbol estaba cortada: así como no tenía previsto ser jugador profesional, dice que jamás pensó que podría ser director técnico. Hasta que abrieron un supermercado en la esquina de su maxikiosco (así lo llama en el libro), lo tuvo que cerrar y empezó el curso de entrenador. Al poquito tiempo ya estaba dirigiendo en las inferiores de Newell’s y quedó a cargo de la Novena División, que es una de las más complicadas porque se arma con chicos que vienen del fútbol infantil y ese tránsito de Malvinas a Bella Vista no es fácil. Le tocaron las categorías 1986 y 1987.
“Logramos hacer una selección con el profe Gribinsky y Fabián Belén que tenía la Novena de AFA. Debe ser una de las categorías de las que más jugadores salieron y terminaron con carreras notables: Guzmán, Garay, Lautaro Formica, Canessa, Benítez, Sperdutti, Villagra, Steinert, Ramúa, y nunca nos dejaron subirlo a Messi, pero esa es otra discusión”.
El libro de Miguel Fullana es sensible y humano. Retrata un fútbol que ya no existe, el de los 80, en el que él jugó y que visto con los ojos de hoy parece amateur y artesanal, y otro que le gustaría que fuese distinto, el actual, donde participa dirigiendo equipos humildes o en categorías juveniles. También tuvo su incursión en el fúbol femenino y fue el director técnico que logró el ascenso de Newell’s a primera (dejó su cargo en junio de 2024). Es la mirada lateral de un ex jugador que formó parte de uno de los mejores planteles del fútbol argentino de mediados de los 80 y principios de los 90, que decide poner el foco en un lugar poco explorado: el del suplente. Y lo hace con originalidad y conocimiento de causa. Lo puede disfrutar cualquier futbolero aunque es evidente el plus si uno es hincha de Newell’s: el relato de la final en la Bombonera es uno de los puntos más altos de “Historia de un suplente”.
(*) Este texto, originalmente, es de julio de 2023 y ya lo había publicado en otra plataforma. Lo comparto nuevamente porque el público se renueva y porque el libro lo amerita.
Hola, Javier!!!! Me encanto el comentario. Sabes si se consigue el libro en algun lado?
Gracias!