Los partidos del año
#17 | Dos partidos del año en menos de una semana. El del domingo 29 de marzo de 1987 contra Independiente en el Parque fue el mejor; el del miércoles 1º de abril contra Instituto en Córdoba, el peor.
La fecha número 24 de la Liga Profesional 2024 terminó con un partidazo entre Racing y Estudiantes que se definió sobre el final con un 5 a 4 a favor de los platenses. Semejante despliegue de goles y emociones cambiantes generó que la prensa futbolera, casi de manera unánime, dijera que fue “el partido del año”. Y a mí me hizo evocar otro 5 a 4, uno que le ganamos a Independiente en 1987 que el amigo Acuña destacó hace poco como “el mejor partido de fútbol” que vio en su vida. La intención de estas líneas no es desmentir ninguna de esas afirmaciones, de hecho, estoy cerca de compartir ambas.
En lo que hace al nuestro, recuerdo haberlo vivido con enorme entusiasmo y celebrado fervorosamente. Sin embargo, nubes grises se aproximaban en el horizonte.
Ese torneo ‘86/87 venía medio cruzado, en una época en la cual estábamos más acostumbrados a estar arriba que pelear abajo. Sin embargo, cargábamos con el lastre de haber perdido la final de la Liguilla de ingreso a la Copa Libertadores en el último torneo, lo cual teñía de desconfianza todo lo que el equipo hiciera.
Se había ido el Negro Almirón, pero había aparecido el Negro Zamora (devenir habitual de un equipo que naturalmente encontraba en sus inferiores a los reemplazantes para los jugadores transferidos, aunque no necesariamente fueran del mismo color) para acompañar a Dezotti como delanteros. El equipo de Solari era un 4-4-2, tal como se usaba en esa época. Los cuatro del medio eran el Chocho Llop, el Tata Martino, el Yaya Rossi y Ciraolo.
Después de una buena racha donde le habíamos ganado a Boca, a Vélez, a Platense, a Talleres, a Argentinos, habíamos empatado el clásico y con Gimnasia, y solamente habíamos tenido una derrota por el medio con Racing, de pronto nos cambió la suerte y perdimos con Unión, con Temperley (una muy lamentada derrota en campo propio, que además fue el primer partido de Roberto Sensini como local) y con San Lorenzo.
Sin embargo, remontamos con un triunfo ante Deportivo Español y después una muy buena victoria por 2-1 con River allá con goles de Yaya Rossi y Ciraolo. El equipo de River venía de ganar todos los campeonatos posibles y tenía una formación temible, del medio para arriba formaban con Pipo Gorosito, el Tolo Gallego, Patricio Hernández, Pedro Troglio, el uruguayo Alzamendi y Juan Gilberto Funes.
Llegamos al cruce con Independiente con mucha expectativa, porque los dos peleábamos arriba y porque los partidos con el rojo siempre salían buenos. El equipo de Independiente, visto a la distancia, era una locura, en defensa formaban con Clausen, Villaverde, el Luli Ríos y el Loco Enrique, la mitad de la cancha era formidable, Giusti, Marangoni, Bochini y la Vieja Reinoso, y arriba Franco Navarro y Barberón.
Sin embargo, todo pareció facilitarse porque arrancamos con un penal a favor, gol de Theiler y expulsión para Enrique. Cuando iba un cuarto de hora nos empatan con gol de Reinoso, pero antes del final del primer tiempo tuvimos una ráfaga y nos pusimos 3 a 1 con goles de Yaya Rossi y el Galgo Dezotti.
Era una tarde de fin de marzo con un sol abrasador y quedaba un tiempo con un jugador más, lo cual hacía suponer que el segundo tiempo sería llevadero. Pero no sería tan fácil, porque descontaron de entrada en el complemento, enseguida estiramos por Dezotti, pero se pusieron 4 a 3 cinco minutos después con un golazo del rudimentario defensor Osvaldo Ingrao (un suplente que a poco de entrar ya había hecho el segundo gol con un penal). Un rato más tarde pareció que terminábamos tranquilos cuando el Negro Zamora convierte tras un gran pase de Ciraolo. Sin embargo, cuando ya faltaba poco, el maldito Ingrao volvió a la carga, su cabezazo pegó en el travesaño y la empujó Franco Navarro para el 5 a 4 final.
Las crónicas del partido fueron abundantes y les hicieron justicia a ambos equipos. En algunos casos, inevitablemente, cayeron en la exageración. El Gráfico tituló “Fútbol para los dioses”, una metáfora algo pegajosa pero preferible a “Boccato di cardinale”. El reporte de Clarín del día siguiente, refiriéndose al quinto gol de Newell’s, hablaba de “el enésimo pase de Ciraolo para la brillante definición de Julio Alberto Zamora”. Rubén Darío Ciraolo era un correcto jugador, resistido por algunos hinchas y aceptado por otros, pero de ninguna manera era un lanzador exquisito.
Uno de los críticos de Ciraolo era Petete. Ese día salíamos de la cancha y él iba con la Spica en la oreja escuchando la transmisión de Radio Rivadavia. De repente, el Gordo Muñoz dice: “Hoy Ciraolo no funcionó”, y Petete nos pegó el grito: “¡Paren, esperen que me llego hasta la cabina para avisarle que lo de hoy fue lo mejorcito que hizo en el año!”.
La alegría nos iba a durar tres días, porque había fecha entresemana y visitábamos a Instituto. Veníamos del mejor partido en años pero tuvimos una noche negra y perdimos sin atenuantes por 3 a 1. A cuatro fechas del final, se nos escapó el campeonato en ese partido.
Al día siguiente me lo encontré a Petete en la facultad y me lanzó una verdadera retahíla de argumentos pesimistas.
—¿Te acordás de la época de Cubilla, que cuando había que salir buscar un resultado el recurso era sacar un zaguero, meterlo a Gallego en la cueva y poner un volante ofensivo? ¿Cuál era el resultado? Que, indefectiblemente, el Tolo pegaba en el área como lo hacía en el medio, cometía un penal y se confirmaba la derrota. Ahora tenemos un nuevo karma: vamos perdiendo y lo sacan a Pautasso para que entre Cozzoni, ¿en qué termina? ¡Nos agarran mal parados y nos liquidan de contragolpe! ¡En Córdoba nos pasó de nuevo!
Para peor, esa misma noche, cuando nos encontramos para jugar nuestro partido semanal en una cancha de tierra en suspensión cercana al Gabino Sosa —previo a la existencia de los modernos complejos de fútbol 5—, Chiquitín, nuestro jugador más recio, vino con una versión que nos puso de peor humor todavía.
—Me contaron, de muy buena fuente, que los dirgentes de Instituto necesitaban guita y ofrecieron entregar el partido por unos pocos mangos . Y los nuestros les contestaron que íbamos a ganar por las buenas. ¡Tres goles en contra nos trajimos, manga de pelotudos!
El destino quiso que, exactamente treinta años más tarde, Chiquitín ocupara un lugar importante en la comisión directiva del club. Y me pregunto ahora si habrá sido un accidente aquella vez en el Ducó cuando al arquero de Huracán se le deslizó un tirito de Nacho Scocco que nos mantuvo en carrera en la pelea por el campeonato.