DT nuevo, vida nueva
#54 | Un repaso de Gustavo Báez por la historia reciente de nuestros entrenadores. Más que una bienvenida al Ogro Fabbiani, es un estado de situación.

Había una expresión usual en las fiestas, que a veces aparecía en televisión y otras en los almanaques que regalaban en las verdulerías, que decía “Año nuevo, vida nueva”. Esa frase, ciertamente una expresión de deseo, para los racionalistas no era más que una falacia. Objetivamente, visto a la distancia, no cambiaba nada entre el 29 de diciembre de un año y el 5 de enero del siguiente: si el primero era miércoles, el segundo era un miércoles más o menos parecido, y así con los demás días de la semana. De todas maneras, algo solía cambiar en el humor de las personas, existía una sensación de renovación, de haber terminado con un año eterno donde abundaron los pesares y poder comenzar otro con esperanzas recargadas.
Cuando cambiamos el técnico pasa más o menos lo mismo. Celebramos que al fin se desvinculó el inoperante que —a pesar de tener nuestro apoyo hasta más allá de lo razonable— nos llevó una crisis futbolística casi sin precedentes y recibimos al nuevo entrenador con la expectativa de que nos devuelva a los primeros planos que nos creemos merecer. Pensamos que logrará jerarquizar lo que el cesante no pudo aprovechar, que descartará los contrapesos, y que incorporará nuevos valores que sientan la camiseta como lo hacemos los hinchas. Con poco que haga, solemos decir, va a ser mejor que el que se fue.
Aquí mismo, en este espacio, Javier Acuña hizo mención hace unos días de una protesta de los hinchas del Tottenham —quienes se consideran unos verdaderos fracasados— contra la conducción del club por la cantidad de entrenadores que pasaron (16 en 24 años) y la escasa cantidad de títulos conseguidos (uno, en 2008).
Curiosamente, la bandera de los Spurs me hizo recordar que hace unos cuantos años un amigo porteño muy futbolero me preguntaba por qué Newell’s andaba tan mal. Para tratar de responderle, le mandé un croquis que hice en mi cuaderno donde comparaba similares períodos de tiempo entre nuestro equipo y el del norte de Londres. En ese momento —estábamos comenzando 2019— en Tottenham estaba de técnico Mauricio Pochettino en su sexta temporada, quien había tomado el equipo durante 2014 en reemplazo de Tim Sherwood. En ese mismo lapso, Newell’s fue dirigido por Alfredo Berti, Ricardo Lunari en condición de interino, Carozo Raggio, Américo Gallego, Carlitos Picerni interino, Lucas Bernardi, Juan Pablo Vojvoda como interino, Diego Osella, de nuevo Vojvoda interino, Juan Manuel Llop, Fabián Garfagnoli interino, Don Omar De Felippe, Héctor Bidoglio como interino, Héctor Bidoglio confirmado y nuevamente Héctor Bidoglio como interino. Sí, para los que no lo recuerden, Bidoglio se reemplazó dos veces a sí mismo.
Vamos a aclarar, en este punto, que no pretendemos cargarle a los entrenadores la completa responsabilidad del destino futbolístico de nuestro club. No ignoramos la acción de cada una de las comisiones directivas, de los managers (en caso de haberlos habido), de los planteles, y también de las circunstancias. Un director técnico suele obtener resultados proporcionales a la riqueza del plantel que le toca dirigir y nunca es responsable de lo que le dejó la gestión anterior. Pero sí de elegir a los jugadores que quiere sacarse de encima (acción a la cual se suele aludir con el elegante eufemismo “no tener en cuenta”), los que incorporará y los que promoverá de divisiones inferiores.
Hecha esta aclaración, lo que procuramos aquí es hacer un recorrido poniendo el foco en los técnicos, sin hacerlos enteros responsables de nuestras desdichas y sin tener en muchos casos la suficiente información ni el conocimiento como para abrir juicio.
Casi todos los hinchas de Newell’s coincidimos en que la serie negra empezó con Alfredo Berti, el sucesor del Tata Martino. Berti permaneció diez meses en el cargo, desde julio de 2013 hasta abril de 2014, pero, ¿fue el último bueno o el primero malo?
Alfredo Jesús Berti venía de la Reserva, no tenía experiencia en primera división cuando tomó el equipo y sumó 26 puntos en los primeros 11 partidos. El abogado defensor de Berti podrá argumentar que le tocó dirigir un plantel de buenos jugadores pero corto, que venía de dieciocho meses extenuantes donde peleó la punta en los tres torneos locales que disputó (y ganó uno de ellos) y llegó hasta la semifinal de la Copa Libertadores. El fiscal diría que reemplazó muy mal a los jugadores que se vendieron, que perdimos jugadores desequilibrantes y los cambiamos por futbolistas en el final de sus carreras cuando el equipo necesitaba lo contrario: renovarse con jugadores más intensos.
Entre la salida de Berti y la llegada de Raggio hubo un receso larguísimo por el mundial de Brasil y se barajaron las más diversas opciones. Se había instalado que Newell’s era un equipo con un plantel de nivel internacional que había fracasado por tener un técnico principiante y que el próximo entrenador debía acreditar experiencia suficiente. Así se negoció sin éxito con Ricardo Gareca, que estaba a punto de desvincularse de Palmeiras. Al mismo tiempo, estaba en carpeta Diego Cocca como una buena opción local. Algunos pensaron en Eduardo Berizzo, otros en el Tolo Gallego (de quien se decía que era resistido por los jugadores) y se autopostuló el Gringo Scoponi. Incluso en un momento se cerró un acuerdo de palabra con Omar Asad, que había estado dirigiendo en México y se encontraba disponible. Pero cuando el Turco se dirigía a la ciudad para firmar el contrato, apareció un video del programa televisivo de Luis Yorlano donde decía que le gustaría dirigir Central “por su maravillosa hinchada”. Lo que siguió fue una pueblada frente al estadio y los dirigentes decidieron desistir de la negociación. También estuvo a punto de arreglar el uruguayo Sergio Markarián, hombre de dilatada trayectoria y probada capacidad. Pero se interpuso la imposibilidad —ante el cepo cambiario dispuesto por el gobierno argentino de entonces— de acceder a los dólares necesarios para pagar el contrato del entrenador y tampoco se pudo concretar la operación. En definitiva, Gustavo Raggio —que venía dirigiendo la quinta división— asumió más o menos como la décima opción y era, nuevamente, un técnico debutante.
Recordemos que la penúltima opción antes de confirmar a Carozo en el cargo fue un entrenador novato, sin recorrido en el fútbol argentino: Marcelo Gallardo, una apuesta que asomaba por recomendación de su amigo Lucas Bernardi. Alguna vez lo contamos en un Newellsletter parecido a este:
¿Qué le costaba a Ramón Díaz quedarse unos meses más en River después de salir campeón en el primer torneo de 2014? O al menos hubiese aguantado una semanita en renunciar al cargo, en lugar de irse el 27 de mayo, justo el día antes de que los dirigentes de Newell’s se reunieran con el Muñeco Gallardo para ofrecerle el puesto. Después de esa reunión lo llamó Francéscoli, se lo llevó para Núñez y pasó lo que ya sabemos. Ojo, nada garantiza que nos hubiera ido como a River, incluso es posible que exista una línea temporal en la que nosotros estamos igual que ahora pero Gallardo es el técnico de Almirante Brown y quedó en la cuerda floja después de varios resultados malos.
Sabido es que el resultado deportivo en los clubes de fútbol suele sellar la suerte de los dirigentes. Así fue como en las elecciones de 2016 me incliné por la lista de Eduardo Bermúdez, porque dentro de su propuesta de campaña estaba continuar con Diego Osella como director técnico, mientras que las listas competidoras prometían contratar a Fernando Gamboa.
Luego de la sucesión de entrenadores que terminó en 2019 con Héctor Bidoglio —que asustaba para los estándares de Newell’s de esa época— llegó Frank Darío Kudelka, quien venía de hacer un extraordinario trabajo en Talleres de Córdoba. El Campeonato de Primera División 2019/20 fue lo mejor que nos pasó en mucho tiempo: el equipo tuvo un rendimiento satisfactorio y parejo durante todo el torneo y no bajó nunca del décimo puesto en la tabla. Pero llegó el parate por la pandemia en marzo de 2020 y el equipo, de alto promedio de edad, no se recuperaría nunca. Durante este período, hay que mencionarlo también, conocimos a jugadores como Manuel Guanini.
Cuando esperábamos algo mejor, llegaron primero Burgos y después Gamboa: el suplicio duró desde el 19 de marzo hasta el 16 de octubre de 2021. El Mono dirigió 15 partidos (ganó 4, empató 6 y perdió 5) y el Negro, 16 (4 triunfos, 4 empates y 8 derrotas). Sobre fines de septiembre fueron las elecciones en las que Ignacio Astore aplastó al presidente de entonces, Cristian D’Amico (el vicepresidente de Bermúdez, que lo reemplazó en el cargo cuando éste renunció de hecho en marzo de 2018), por una diferencia de 45 puntos. Es decir, Fernando Gamboa le presentó su renuncia al flamante presidente, quien designó como interino a Adrián Blas Taffarel —el entrenador de la Reserva— hasta fin de año.
Con Javier Sanguinetti en 2022 tuvimos un equipo donde todos corrían que nos dejó bastante satisfechos el primer semestre, pero de manera imprevista se cayó a pedazos en el segundo. La llegada del Gringo Heinze en 2023 auspiciaba mejores tiempos, pero solamente nos dio algunos pasajes positivos en el primer semestre y luego también decayó durante la segunda parte del año. Mi sensación como hincha durante la gestión de Heinze —en la cual es imposible no mencionar lo desafortunado de las incorporaciones y de muchos fallos del VAR— fue que terminó en la noche del partido con Racing en Avellaneda cuando perdimos un partido insólito por 2 a1 con el gol de Martirena a los 7 minutos de tiempo agregado, luego de haberlo empatado a los 93. Los jugadores asumieron que estaban signados por la fatalidad: hicieran lo que hicieran, las cosas saldrían mal.
De los entrenadores del año pasado y el actual cuesta despegarse por la cercanía, los desangelados partidos que vimos con Larriera, Méndez y Soso parecen recién terminados. Todavía son difíciles de creer los goles que erró el Colo Ramírez y los que se comió Macagno, los minutos en cancha de Carabajal, la rotación tipo vóley a lo largo de los partidos. En el caso particular del Gallego Méndez —a quien más fe le tuvimos—, nunca pudo insuflarle a los jugadores la tenacidad que caracteriza a sus equipos.
Podría decirse que el derrotero de Newell’s confirma aquella frase usualmente utilizada en política: “Quien te suceda, te hará bueno”. En este estado de cosas, llega Cristian Fabbiani, ¿será el fin de nuestras penurias o pondrá en valor a sus antecesores?
PD 1: Piensen que sostener el Newellsletter en este contexto puede calificar como trabajo insalubre, no es fácil sostener tres entregas semanales cuando existen tan pocos incentivos. Por lo tanto, no estaría mal darle clic a alguno de estos botones y hacer una contribución económica para encontrarle un sentido. Son cuatro opciones diferentes, especialmente pensadas para cada bolsillo de nuestros lectores.
PD 2: A propósito de nuestro nuevo entrenador, compartimos esta edición del Newellsletter que alude a uno de sus highlights de su paso como jugador del club.