La jugada imposible del Ogro Fabbiani
#12 | El ex marido de Amalia Granata fue el autor del no gol más emblemático de la historia del clásico rosarino. Su paralelismo con el Vasco.
Le pasó lo mismo al Vasco. Hoy nadie se acuerda de su sacrificio en soledad fajándose con los defensores rivales para tratar de aguantarla unos segundos hasta que alguno de los nuestros se le acercara y pudiera descargar hacia atrás, tampoco de sus diagonales al pedo picando al vacío con la ilusión del pase largo que nunca llegaba. Y, por supuesto, nadie se acuerda de sus goles. Metió un montón, pero le preguntás a cualquiera y ninguno es capaz de describir otra jugada que no sea esa. Es como dice Borges cuando habla de Tadeo Isidoro Cruz: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”.
El momento del Vasco fue la noche contra Nuestra Señora de Amarilis, la noche del día más frío de ese año. Al partido le faltaba nada, íbamos cero a cero y el resultado nos dejaba más que satisfechos. Yo estaba con Luigi detrás del arco de ellos cuidando los bolsos y las camperas. Ya habíamos salido los dos y alternábamos comentarios sobre la ola polar con ademanes de elongación, la punta de los dedos de la mano apenitas rozando el empeine, las rodillas flexionadas contra el piso y la espalda levemente arqueada para controlar que los muslos no sobrepasaran sus modestas posibilidades de extensión; como atacaban ellos, también tiramos la cabeza hacia atrás para no mirar. Hasta que Maxi despejó con un pelotazo fuertísimo y nos aflojamos. A los defensores de Amarilis que se quedaron abajo no les dio para devolver el rechazo de volea y la dejaron picar dos veces, a esa altura de la noche era mejor que la pelota mojada por el rocío helado fuera perdiendo un poco de potencia antes de cabecearla, además no se veía un choto. Tanto es así que no lo vieron venir al Vasco. Nosotros sí. Se la llevó de prepo con el pecho y les ganó en velocidad, alcanzó a dominarla a los tumbos con el pie y encaró hacia el arco medio en diagonal, no le resultaba fácil acomodar la carrera porque venía muy embalado. El arquero de Amarilis era bueno y lo salió a atorar con oficio, sin desesperarse, intuyendo que era el último esfuerzo del Vasco, que alcanzaba con acompañar el movimiento. Desde atrás del arco Luigi le tuvo fe, agarró su teléfono en un arrebato de cronista de guerra y decidió ponerse a filmar justo en el momento en que el Vasco quebró la cintura a lo Caniggia y cambió su marcha para eludir al arquero y dejarlo sin chances. Luigi estaba por registrar para la posteridad el gol agónico de nuestro delantero y terminó inmortalizando el tropezón, la caída y el remate exigido desde el suelo que se fue al lado del palo.
-Noooooooooo -se escuchan en la grabación varios gritos incrédulos y descoordinados en diferentes planos.
También hay algo de Pipita Higuaín en el estigma del Vasco, aunque la analogía no se corresponde del todo porque lo de Higuaín fue incremental, es la acumulación lo que definió su suerte, la suma de gotas que terminó por hacer rebasar el vaso de su desgracia. Lo del Vasco fue un segundo, ese segundo que Luigi filmó con su celular y se transformó en el sticker animado de cabecera del grupo de wasap. Si el destino de Tadeo Isidoro Cruz era pelear espalda con espalda junto a Martín Fierro, el del Vasco era convertirse en meme.
Con el registro audiovisual sucede algo similar a lo de los apodos: una acción aislada puede volverse regla y definir el resto de tu vida. Lo padeció La Pichina, esa compañera de mi hermano a la que una vez en tercer grado la maestra no la dejó ir al baño en medio de la clase y se le escapó el pis. O el chico de “me gusta el arte”, que después de esa entrevista televisiva sufrió años de bullying escolar.
Somos crueles con el Vasco por su no gol eternizado en esos siete segundos de video, es el chivo expiatorio de todos los goles errados por nuestro equipo en los cinco años que participamos del torneo interno para veteranos del Profesional Country Club de Funes. Incluso no faltaron quienes creyeron que el nombre con el que competíamos (Cachivache) tenía relación directa con esa resolución fallida.
Hace poco volví a ver la jugada del Ogro Fabbiani en el minuto 89 del clásico de noviembre de 2008 que ganamos 1 a 0 y ahí me dije “le pasó lo mismo al Vasco”. Ningún hincha de Newell’s hoy recuerda que Fabbiani metió cinco goles en los quince partidos que jugó con la nueve en la espalda en el Apertura 2008, que fue una pieza clave del equipo de Gamboa que terminó quinto con 31 puntos, que en ese clásico jugó muy bien y que además la jugada del minuto 89 fue mérito exclusivamente suyo. Porque Sperdutti estuvo vivo para salir de contragolpe rápido pero el pase en profundidad a Fabbiani no fue preciso, se le fue larga y el defensor de Central llegó primero, con cierta comodidad. Entonces Fabbiani se tiró al piso a trabar y lo desparramó, se la quitó, se levantó rápido y enfiló hacia el arco donde lo esperaba Fatura Broun, la pisó y lo gambeteó sin esfuerzo, lo mismo a Alexis Danelón, que intentó cerrar y terminó retorcido en el piso. Con el arco a disposición para ponerle un moño a una tarde perfecta, de manera inexplicable, la tiró por arriba del travesaño.
Quien no siguió los pasos del Ogro Cristian Fabbiani fue el 9 de Amarilis a la jugada siguiente del gol errado por el Vasco en aquella noche helada de agosto de 2017. Saque largo del arquero de ellos, desinteligencias defensivas en cadena, desborde del 7 al panzón que quedó de 3, achique vano del arquero nuestro, centro atrás, gol del 9. Cachivache perdió 1 a 0.
Me corrijo: no le pasó lo mismo al Vasco. Lo de Fabbiani fue más leve, apenas una anécdota que no incidió en el resultado final.
El 3 de ellos, el paraguayo Núñez, se quebró la muñeca en la jugada con el Ogro
Mi memoria es frágil pero creo recordar (para sumar emotividad al momento) que estábamos jugando con uno menos buena parte del segundo tiempo.