Breaking bad
#18 | Liga Profesional 2024, fecha 2: Derrota contra Vélez. La transformación del Newell's de Mauricio Larriera.
Como le sucedió a Walter White, Newell’s se está volviendo cada vez más malo con el correr de las temporadas. Dejó de lado su origen, ya no se sabe cuál es el propósito que lo anima, perdió empatía, toma decisiones cuestionables, cada nuevo paso lo pone frente a un abismo que desemboca en escenarios truculentos. Lo bueno para el profesor de química devenido en narcotraficante es que Breaking Bad, aunque se haya emitido durante cinco temporadas, se enfoca en su derrotero de los últimos dos años. Lo de Newell’s ya lleva más de una década.
O incluso más.
Si tomamos desde 1992, año en que se fue Bielsa, por el club pasaron cuarenta y nueve técnicos: Picerni Puppo Manera Solari Castelli Donsanti Yudica Zanabria Jozic Dabrowski Castelli Rebottaro Ribolzi Llop Zamora Veira Gallego Ribeca Olmos Machetti Pumpido Marini Caruso Gamboa Sensini Johansen Torrente Giovagnoli Cagna Martino Berti Lunari Raggio Gallego Bernardi Vojvoda Osella Llop Garfagnoli De Felippe Bidoglio Kudelka Burgos Gamboa Taffarel Sanguinetti Tognarelli Coria Heinze (en la lista se repiten un par de nombres que tuvieron dos ciclos y también están incluidos todos los interinatos). Si sumamos al actual, el uruguayo Mauricio Larriera, llegamos a los cincuenta. Salvo por el milagro del Tata, el campeonato del Tolo Gallego, un poco de Zanabria, algo de la primera etapa de Gamboa y el mérito de Sensini por haber llegado muy alto luego de agarrar el equipo en el peor momento institucional del club, con el resto de los entrenadores fuimos, como mucho, irregulares. Breaking bad de largo aliento.
Pero no nos vayamos tan lejos. No estamos acá para autoflagelarnos por los últimos treinta y dos años, con los últimos cuatro meses alcanza.
“Aunque me resulte increíble, es real que arrancamos la Copa de la Liga 2024 con esta racha ganadora. Y es real que el equipo hizo un primer tiempo perfecto, que Banega es un crack, que Ramírez es letal, que Fernández Cedrés es impasable, que Velázquez y Glavinovich también, que Ángelo Martino jugó como si fuera un lateral brasilero y que el primer gol fue una obra de arte”. Escribí este párrafo luego de la victoria 3 a 1 contra Unión en Santa Fe el 10 de febrero de este año. Pasaron tres meses y medio y de aquello no queda más nada. Los jugadores son los mismos y el técnico también. El único que ya no juega es Franco Díaz (a quien desafectaron del plantel por una pelotudez), pero me niego a creer que el derrumbe obedece a la ausencia de uno que llegó como refuerzo desde Platense a fines de enero.
Si el primer gol contra Unión por la cuarta fecha de la Copa de la Liga tuvo reminiscencias al fútbol total de la selección holandesa en Alemania 1974, el gol de Vélez nos recordó a la defensa argentina en aquel mundial, precisamente en el partido contra Holanda. Una representación gráfica de la pasividad.
Repasemos.
El 3 de Vélez toca para atrás con el último defensor, que ve a un compañero solo por el costado derecho y tira el pase largo; en el tiempo que la pelota demora en llegar, un mediocampista nuestro (creo que Tirado) advierte la soledad del rival y se le acerca, pero eso no impide que el tipo se la pase a otro. Ese otro es Francisco Pizzini, un delantero que retocede unos metros y se despega de sus marcadores sin que se le peguen otros nuevos (los relevos en defensa te los debo); recibe la pelota sin camisetas rojinegras a su alrededor y tiene tiempo para verlo al 9, Braian Romero, que está en la puerta del área y le marca el pase. A él sí lo rodean un par de muchachos de Newell’s pero parece que tienen orden de no reprimir. Romero aprovecha muy bien ese garantismo defensivo, queda solo frente al arquero y define cruzado. El juez de línea levantó la bandera y Rapallini lo anuló, pero todos vimos que estaba perfectamente habilitado y nos resignamos a esperar la rectificación del VAR: 1 a 0 y así quedamos hasta el final del partido.
El desarrollo del juego
Pudimos habernos puesto en ventaja con un cabezazo de Ramírez (1) después de un centro preciso de Banega (por la parábola que hizo la pelota y el lugar donde estaba ubicado el uruguayo, quizás le hubiese convenido pararla de pecho y definir con el pie) o empatado con un zurdazo desprolijo de Ángelo Martino (2) tras una serie de rebotes, o con un cabezazo de Velázquez (3) o una definición de Ramírez (4), en ambos casos luego de sendas habilitaciones de Panchito González. Sin embargo, esas cuatro situaciones claras de gol (sobre todo la última del Colo) no se condicen con el trámite del partido, fueron más bien situaciones aisladas.
Como dijo en Twitter un hincha de Vélez analizando el triunfo de su equipo: “Newell’s tampoco molestó mucho”. Me resultó interesante el comentario porque, como hincha, uno suele ver los partidos condicionado por los nervios propios del fanatismo y sobredimensiona los méritos del rival. En este caso, el diagnóstico desapasionado (hacia nosotros) del tuitero velezano puede servir como indicio de la inoperancia ofensiva del Newell’s de Larriera.
Necesitamos un spin off
Se conoce con ese nombre a una serie de televisión, película, videojuego o trabajo narrativo creados a partir de una obra ya existente. Toda ficción tiene su propio universo y el sentido de los spin off es tomar un hecho o un personaje secundario de una historia y construir una nueva a partir de ubicar a ese elemento en un lugar central. Por ejemplo, de Breaking bad surgió Better call Saul, una serie basada en la historia del abogado Saul Goodman, pintoresco patrocinante de Walter White. En la nueva ficción, la historia funciona de manera autónoma pero las tramas se cruzan porque hay personajes comunes que permiten ese juego de temporalidades múltiples.
El final de Better call Saul, aunque esté retratado en blanco y negro, es más luminoso que el de Breaking bad (spoiler alert). En un momento la serie se pone muy oscura pero, cuando desemboca en el presente, al personaje principal se le abre una posibilidad de redención. Lo mismo sucede con la película El camino (otro spin off de Breaking bad), en este caso del personaje de Jesse Pinkman, el ayudante-compañero-víctima de Walter White. En realidad, esta derivación es una continuidad inmediata del final de Breaking bad, un relato con estructura clásica de western que nos muestra un destino más esperanzador para Jesse.
El obstáculo que tienen los guionistas de Newell’s para desarrollar un spin off que nos lleve a una situación más prometedora es que ya no queda casi nada ni nadie del universo que nos hizo grandes en los 80 y 90.
Cuantas verdades lamentables. Seguimos sufriendo esta trama sin solución aparente, y seguimos soñando con un deus ex máchina (llamado Messi, Bielsa, Martino...) que no va a suceder.
Y todo indica que ya se va el DT 50 una vez más sin pistas ni esperanzas de que el 51 sea mejor.