Y en eso llegó Pachorra
#9 | A mitad del 94, el Tata Martino dejó el club y su camiseta número 8 quedó vacante. El profe Castelli se la dio a Pachorra Smaldone, un rústico que llegó de Armenio y una vez hizo un gol de lujo.
Si Martino se hubiera ido del club después de 1997, lo de la camiseta se habría resuelto de otra forma: al nuevo titular le asignaban cualquiera y listo. Podía ser la 14, la 25 o la 47, daba igual, pero Martino se fue a Lanús a mitad de 1994 y en ese año todavía los equipos salían a la cancha con la numeración consecutiva del 1 al 11. El técnico era Castelli y en los primeros partidos le dio la 8 a Castagno Suárez, un mediocampista elegante, una especie de Marangoni morocho que venía de las inferiores y que ya alternaba en primera desde hacía un tiempo, sin ir más lejos fue titular el día que debutó Maradona contra Independiente en octubre del 93. Pero el profe Castelli prefería volantes más raspadores para afrontar la lucha por no descender (por ese motivo fue que Martino pasó a préstamo a Lanús), alguien que pudiera darle una mano al Loco Berti en la marca. Además, para creativo ya lo tenía a Marcelo Escudero, que encima corría, pateaba de lejos y metía goles.
Y en eso llegó Smaldone.
La temporada 94/95 estaba empezada. Newell’s venía de dos muy malas campañas al hilo y arrancamos últimos en la tabla de promedios, cinco puntos abajo de Platense, a seis de Mandiyú y a ocho de Argentinos (todavía se otorgaban dos puntos por partido ganado, no tres). Era raro estar en esa posición porque el plantel tenía buenos jugadores, con un par que incluso habían salido campeones en los equipos de Bielsa: el paraguayo Mendoza, Berti, Garfagnoli, Raggio, Rufini, todavía atajaba Scoponi. Había vuelto Mamita Basualdo de River, se estaban consolidando Escudero, Gabrich y el Quito Paz como titulares, empezaba a aparecer Leo Biagini. Y Castelli tenía el crédito abierto porque ya venía de hecernos zafar del descenso la temporada anterior. Además, se le reconocía un buen ojo para incorporar jugadores rendidores: lo había traído de San Lorenzo a Gustavo Siviero, un flaco alto que jugaba de 3 o de 6 por el que nadie daba dos mangos y que anduvo realmente muy bien (luego fue figura destacada del Mallorca español que dirigía Héctor Cúper y que clasificó a la Champions League después de un histórico tercer puesto en la liga). En el equipo también estaba el Chocho Llop, pero en la segunda fecha se fue a jugar al Nacional B con Estudiantes de La Plata y se abrió un cupo para una nueva incorporación. Cuando el profe Castelli pidió expresamente que ese cupo fuese para Hugo Héctor Smaldone, nadie lo cuestionó, ni siquiera cuando nos enteramos de que el apodo era Pachorra.
Castelli había sido mánager de San Lorenzo en 1993, año en que Smaldone jugaba en Deportivo Armenio, club que por entonces funcionaba como filial de los de Boedo. Pero seguramente lo conocía de antes. Pachorra ya tenía 26 años y un largo recorrido en el ascenso como jugador de Atlanta y San Telmo (de allí surgió y es ídolo absoluto del club), además de pasos breves por el fútbol colombiano y de Corea del Sur.
No se puede hacer más lento
“Siempre prometo poner todo lo mejor de mi técnica en mi juego y lo mejor de mi corazón en mis públicos”. No, no son las declaraciones de Smaldone el día de su presentación como jugador de Newell’s, es parte del monólogo de René Lavand de uno de sus trucos más famosos. “No se puede hacer más lento. Bueno, o quizás sí, quizás se pueda hacer más lento, ¿por qué no?”. A partir de la cuarta fecha del Apertura 1994, la 8 de Martino pasó a ser la 8 de Smaldone. ¿Habrá pensado Castelli en el concepto de lentidigitación de Lavand cuando tomó esa decisión?
Quiso el destino que la tarde de su presentación fuera en el Parque contra Lanús, el flamante equipo del dueño legendario de la camiseta rojinegra número 8. Y Pachorra debutó con un gol, el tercero de una victoria por 3 a 1. A la fecha siguiente volvió a ser titular en el clásico contra Central de visitante, un Central de Marchetta que tenía un mediocampo exquisito: el Negro Palma, Vitamina Sánchez, el Kily Gonzalez y Nuno Molina. Entre Smaldone y Berti no les dejaron tocar la pelota y fue empate 0 a 0.

Pero no fue el clásico el partido consagratorio de Pachorra Smaldone sino el siguiente contra Gimnasia en cancha de Newell’s. Lo ganábamos 3 a 0 en los primeros cuarenta y cinco minutos, parecía fácil, estaba controlado pero en el segundo tiempo Gimnasia descontó, empezó a dominar y casi se pone 2–3. Hasta que Smaldone en el minuto 32 recibe un rebote en ataque en la puerta del área, encara, lo marca uno, se frena, la pisa, amaga, lo marca otro, se pone de espalda y lo aguanta con el culo, le llega un tercer defensor de frente y de nuevo la lentidigitación de René Lavand, la ilusión ejecutada lentamente a fin de llevar la imposibilidad a su máxima expresión. “Lo hago tan lento que hasta yo me confundo, señorita, llego al autoasombro. Una roja, mire. Ahora una negra, claro. Ahora viene una roja y ahora viene una negra. Mire, no se puede hacer más lento. O quizás sí se pueda hacer más lento, ¿por qué no?”, y cuando lo tienen rodeado los tres, la pisa de nuevo y sale con un taco que le pasa de caño a uno, queda solo frente al arquero pero se toma un tiempo para controlar la pelota, acomodar el cuerpo y dejarla servida para el derechazo que se clava arriba en el primer palo.
Quince partidos más jugó Smaldone con la 8 de Martino. En la sexta fecha del torneo siguiente, también contra Gimnasia, se lesionó la rodilla. Tres fechas después renunció el Profe Castelli por los malos resultados y ya no tuvo más lugar en el plantel. Se fue del club a mediados de 1995, al final de la temporada. En la siguiente volvió Martino.
PD 1: Extraordinaria perlita que descubrimos en el blog Imborrable Telmo. Resulta que Pachorra Smaldone debutó en 1986 contra Central Córdoba y su misión fue marcar al Trinche Carlovich: “La verdad es que le pegué todo el partido”.
PD 2: En esta semblanza de Pachorra Smaldone nombramos al Tata Martino y al Negro Palma. El martes 8 de octubre murió el histórico 10 canalla. Talentoso, caballero y cultor del perfil bajo, un tipo sencillo, uno de los nombres con mejor musicalidad del fútbol argentino de los 80 y 90: Omar Arnaldo Palma. Un viejo adversario despide a un amigo.
PD 3: Por cierto, qué vergüenza los dirigentes de Newell’s, desde el presidente Ignacio Astore hasta el último vocal, que no fueron capaces de tener un mínimo de sensibilidad frente a la muerte de un emblema del fútbol de la ciudad. Ni una condolencia ni un pésame respetuoso. Nada. Los cagones como ustedes manchan la historia.
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