No nos pueden empatar así
#35 | Liga Profesional 2024, fecha 16: Un 3 a 3 inconcebible frente a Riestra, más insólito que el empate de Francia contra Argentina en la final de Qatar (al menos para Francia jugaba Mbappé).
Lo que más bronca me da es haber gritado el tercer gol. La madurez de los años me ha hecho moderar las celebraciones transitorias casi hasta llegar a un grado cero de intensidad. Me comporto como un Carlo Ancelotti o un Lionel Scaloni, imperturbable mientras a mi alrededor se desatan estallidos de euforia, detengo la mirada en las reacciones del rival, me fijo si hay algún movimiento extraño en el árbitro, imagino el escenario que se avecina, miro el reloj. Esto último fue lo que me traicionó: Rey Hilfer ya había dado cinco minutos de descuento y el gol de Silvetti se produjo a los 47’30”. Creí que ya estaba y pegué un alarido primitivo, me confié, me dejé llevar por la alegría de nuestro joven goleador y empecé a imaginar sonriente cómo encararía la reseña de un segundo triunfo consecutivo. Por unos segundos, olvidé que defendiendo somos unos pelotudos.
La secuencia del empate de Riestra a los 50’50” es inverosímil. Arranca por el error de Lunari de meter un cambio después del 3 a 2, cuando saca al goleador Mateo Silvetti para poner al defensor Tomás Jacob con la idea de tener un hombre más para defender los últimos embates del rival. Es un error por varias razones: 1) el reemplazante ingresa al partido fuera de ritmo, frío; 2) sus posibilidades de intervenir en dos minutos son muy reducidas (como admirador de Bielsa, ¿no aprendió Lunari del cambio del defensor Facundo Quiroga por el delantero Carlos Tévez a los 90 minutos de la final de la Copa América 2004 que Brasil nos empató a los 92 con un gol después de un centro que supuestamente era más fácil defender con la presencia del recién ingresado?); 3) es hacer tiempo al pedo, de hecho el árbitro adicionó un minuto más después de la variante y el gol del empate se produjo en ese lapso extra.
Cuando faltan dos minutos y estás ganando, lo mejor que te puede pasar es que el tiempo transcurra de la manera más fluida posible, no tiene sentido exponerse a mayores demoras. O, en todo caso, que la demora sea porque vos entretenés la pelota, te la llevás cerca de la raya y el rival te hace foul. Y para eso hubiera sido más lógico hacer entrar a alguien capaz de aguantarla y jugar con la desesperación del rival (a Carabajal, por ejemplo), cosa que bien podría haber hecho Lucas Besozzi en el minuto 49’35” cuando decidió encarar hacia el medio en lugar de buscar estacionarse en el banderín del córner.
Pero no nos quedemos en eso porque es un detalle. Lo peor vino después.
En esa última jugada hay un severo error conceptual de Newell’s en el modo de marcar (derivado del error de Calderara en la penúltima, que en lugar de despejar sencillo de una, quiso hacer una de más y regaló el lateral en ese lugar de riesgo). Los defensores se ubican todos en el área chica y se desentienden de los alrededores, lo que hubiera sido razonable si esperaban el centro desde un córner o un tiro libre, ¡nunca de un lateral! Por más potencia que tenga en los brazos el que está por hacer el saque de banda, jamás la pelota va a llegar al área con la fuerza necesaria para que el primero que cabecee meta el gol, es obvio que el centro es para que alguien pueda bajarla de cabeza. Ergo, hay que estar más pendiente de los receptores del rebote que del primer cabezazo, más pendientes de los jugadores que de la pelota (como decía el compañero de zaga de mi amigo Juani: “los goles los meten los jugadores, no la pelota”). Y el número 32, el que la agarra de volea, recibe sin marcas la pelota que le baja el arquero de Riestra (sí, el centro desde el lateral lo bajó el arquero Arce). Luego del gol, el comentarista dice “lo perdieron a Benegas”. ¡No, señor! Nadie lo perdió porque nunca lo marcaron.
Lo del primer tiempo también fue inverosímil
Jamás deberíamos haber llegado al empate de la última jugada: estaba para definirlo por goleada en el primer tiempo después de que Riestra nos regalara dos goles. A los 18 minutos ya íbamos 2 a 0 arriba y teníamos un jugador más. Es imposible, y más en esas condiciones, que nos pudiera empatar un equipo de salvajes amateurs que no daban dos pases seguidos. Newell’s jugaba a voluntad y varias veces estuvo cerca del tercero. La más clara: la de Armando Méndez definiendo por arriba del travesaño, solo frente al arquero en el área chica. Al ratito de esa jugada, llega el descuento de ellos después de un penal dudoso.
La especie humana no podría haber alcanzado los estándares actuales de confort y progreso de no ser por la tecnología y el reemplazo del trabajo manual por la aparición de las máquinas, eso está claro, pero hay situaciones que verdaderamente no se explican. No, no voy a referirme al VAR sino a otro invento incomprensible: la máquina de hacer foules boludos, también conocida como Ángelo Martino. ¿Es necesario que ese muchacho levante siempre la pierna de más o que ponga el brazo donde no debe? ¿Quién lo programó para mandarse tantas cagadas, partido tras partido? Coincido con la primera impresión del árbitro Rey Hilfer, que dejó seguir la jugada porque no vio foul, pero eso no quita la torpeza de nuestro marcador de punta: es innecesaria la disputa que propone en el área con la pelota en el aire. Para completarla, un minuto y medio más tarde dejó su sector desprotegido (como casi siempre) y desde ahí vino el centro del 2 a 2.
Esos dos minutos fatales ya nos arruinaron la tarde, debía ser un triunfo cómodo y terminamos sufriendo todo el segundo tiempo (menos mal que a los 24 minutos el 7 de ellos definió muy cruzado y la pelota pegó en el palo, perder hubiera sido el colmo). Y la desgracia del final le arruinó un partido soñado a Mateo Silvetti, que seguramente supuso que su gol agónico lo dejaría como el héroe de la jornada. Pobre.
El once inicial de la fecha 16: Deportivo Riestra 3 - Newell’s 3

PD: A pesar del mal humor por el resultado y del comentario crítico sobre el cambio del final, nos pone contentos que Ricardo Lunari sea el entrenador y nos gustaría que lo confirmen después de este interinato. Parte del lamento es por eso: una nueva victoria lo habría dejado más cerca de ese objetivo.