Los románticos del Palomar
#7 | De Ana Belén a las Azúcar Moreno, de Sergio Denis al Trío Pandora, un recorrido por el cancionero melódico de la tribuna de atrás del arco en los '80 y los '90

Newell’s locura, yo nací en el parque y tomo frula, Newell’s te quiero, antes de ser canalla yo me muero, vamos vamos la lepra, te vinimos a ver, te llevamos en el alma, no podemos perder. Si se lee de corrido, no es más que la letra básica (muy básica) de una canción de cualquier hinchada promedio de un club del fútbol argentino. Hace mención concreta al origen, declara amor por los colores, rechaza al rival sin titubeos, ostenta con orgullo las adicciones, se jacta de la incondicionalidad, promete sacrificios y al mismo tiempo lleva implícito el pedido de una retribución mínima: traten de no perder. Nada muy sofisticado, lo de siempre. La particularidad de esta canción que se escuchaba en la tribuna del Palomar a comienzos de los 90 es la melodía que eligió su autor anónimo: Derroche. ¿Sabrá Ana Belén que el tema número tres de su disco Veneno para tu corazón se cantaba en las canchas de Argentina?
River y Boca también tienen sus versiones adaptadas de Derroche pero la original se compuso en el Parque Independencia. No hay pruebas que sustenten la afirmación pero sí un antecedente inmediato que muestra la existencia de una relación previa entre la hinchada leprosa y la música romántica: en abril de 1991, en un clásico contra Central, se estrenó un cantito al ritmo de la rumba de las Azúcar Moreno, Devórame otra vez: Y llora la acadé y llora la acadé, che canalla botón vigilante, hoy te vamos a vencer (se decía lo mismo pero con otro verbo).
Resulta difícil imaginar al Loco Demente escuchando música romántica como inspiración para el cancionero de la hinchada. Mucho menos al Rata, que era metalero y amigo personal de Pappo. A tal punto era amigo que solía ser el nexo con los promotores rosarinos de rock que lo traían a tocar a la ciudad; es más, cuando terminó su mandato al frente de la barra, directamente empezó él a organizar los recitales. Me pregunto si el Rata alguna vez habrá intentado sugerir un tema de Riff para cantar en la tribuna (Es menester que sea gol podría haber encajado bien, por ejemplo, en la antesala de un penal a favor). Quizás sí lo pensó pero seguramente se contuvo. Como buen líder de paravalanchas debía saber que las melodías no se imponen, se incorporan por ósmosis, por pura prepotencia del hit, como pasó con Devórame otra vez.
A comienzos de los 90, las hermanas españolas Encarna y Toñi Salazar eran bastante famosas en Argentina y aparecían seguido haciendo playback con su canción top en los programas de Mateyko, Tinelli o Lucho Avilés. Devórame otra vez se escuchaba en todas las radios, se bailaba en los casamientos y tenía un tempo ideal para que los del bombo llevaran el compás y contagiaran también a los plateístas con una cadencia seductora y fácil de reconocer. Además, en esos años el equipo venía dulce de triunfos y habían quedado atrás los reproches de la popular a la platea con aquella acusación insidiosa a esos viejos pajeros que no quieren gritar y se quejan (de) que el equipo anda mal. La música de Tony Ronald y El amor como el viento un día se va, pasó a usarse entonces para gritar que de la mano del Loco vamos a ganar y la vuelta, y la vuelta, vamos a dar.
Devórame otra vez no fue la primera canción romántica que tuvo adhesión unánime en la cancha de Newell’s: unos años atrás había ocurrido lo mismo con Te quiero tanto, de Sergio Denis, aunque eso se dio en los cuatro costados de todas las canchas del país (menos en la de Argentinos Juniors, que tiene sólo tres costados). Y antes sucedió con Ay amor, de María Martha Serra Lima y el Trío Los Panchos (una adaptación de Os amantes, del brasilero Luiz Ayrão): no debe existir hincha en el país que alguna vez no haya querido convencer a los jugadores de su equipo que esta es tu hinchada la que tiene aguante. Pero a partir de 2013 fue perdiendo vigencia debido a la prohibición del público visitante: ya nadie puede sostener la afirmación posterior de que te sigue siempre a todas partes. Visto a la distancia, que la canción no se use más fue lo mejor que pudo haber pasado porque la estrofa de cierre ponía en evidencia la doble moral de las hinchadas, que se vanaglorian de ser la que nunca vas a ver correr mientras les exigen a sus jugadores que sí lo hagan.
Aunque también están los hinchas honestos, aquellos que no se dejan llevar por la demagogia de la masa ni están dispuestos a suscribir cualquier cosa, como ese compañero de platea que en La reina de la canción de La Joven Guardia mantenía silencio en la parte de muchas veces fui preso y solamente gritaba que muchas veces lloré por vos. Decía que eso lo había aprendido de un tío militante del Partido Comunista Revolucionario, que cuando su agrupación decidió apoyar al peronismo en los 70 y en las marchas se cantaba ni yanquis ni marxistas, peronistas, ellos callaban en ni marxistas.
Otro fenómeno masivo de mediados de los 80 fue el de la mexicana Sonia Rivas con Atrevete a decirmelo, de melodía muy pegadiza en su estribillo pero que basó su éxito no tanto en esa virtud sino más bien en la plasticidad para adaptarse a la derrota o al triunfo. Arranca con que vamos a salir campeón y puede derivar en: a) un lamento furioso porque eso únicamente irá a suceder el día que se vayan todos los hijos de puta de la comisión; o b) un festejo soberbio que se lo dedicamos a todos la reputamadre que los reparió. A pesar de que Maradona hizo muy popular la opción b en la película Héroes, la versión definitiva del tema de Sonia Rivas tiene como único destinatario al club All Boys y al barrio de Floresta. Y se ha convertido ya en patrimonio cultural de todas las hinchadas argentinas.
A propósito de Héroes: el fútbol tiene una deuda histórica con Valeria Lynch. Me das cada día más es la insignia de esa película y sin embargo nunca fue canción de cancha.
A quien también los hinchas le fueron esquivos durante mucho tiempo fue a Roberto Carlos. Vendió ciento cincuenta millones de discos en todo el mundo desde que arrancó su carrera en 1959 y en Latinoamérica supera a Los Beatles y a Elvis Presley pero tuvo que esperar cuarenta años para llegar a las canchas. Podría pensarse que fue una represalia por su apología a la amistad (no hay muchas hinchadas que quieran tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar) aunque no debe ser ese el motivo porque el tema suyo que se popularizó fue Amigo. Pero no ocurrió cuando estrenó su versión a finales de los 70 sino a través del cover del grupo argentino de rock Attaque 77 en 1998. Recién ahí Roberto Carlos pudo ingresar al repertorio tribunero. Con toda la banda del parque yo vengo a alentarte, arranca Newell´s su adaptación del tema, una reversión a reglamento que se queda apenas en los dos primeros versos. Nada que ver con la de Deportivo Merlo, que dura casi lo mismo que la canción original.
Señores soy hincha de Merlo lo llevo en el alma, la banda que todo momento, siempre te acompaña. Porque el Deportivo realmente es un sentimiento, te sigo re loco, con toda mi fuerza te aliento. Recuerdo que juntos pasamos muy duros momentos, cuando descendimos más grande se hizo el sentimiento. A los jugadores les pido que dejen la vida, cuando yo me muera te voy a alentar desde arriba. Se viene la banda de Merlo, se viene la banda de Merlo, se viene la banda de Merlo, Parque San Martín…
Para mí, que soy de Roberto Carlos por parte de madre y también de padre, siempre fue una frustración que mi cuadro tuviera una canción tan pobre con la música de Amigo. Pero lo más frustrante es que nunca hayamos compuesto una con la música de Un gato en la oscuridad, la mejor melodía del mundo.
También lamenté que llegáramos tan tarde a Cara de gitana y que Central nos ganara de mano con La Colegiala, la cumbia sentimental del año 1975 del peruano Walter León Aguilar que tuvo un reimpulso en la segunda mitad de los 80 a partir de una reversión excéntrica de Gary Low, seudónimo del cantante ítalo-español Luis Romano Peris Belmonte, una especie de precursor de los Locomía. Los leprosos tienen una pesadilla, Central gana la Liguilla, San Lorenzo es el campeón, nos cantaban en 1988. Como teníamos un equipazo pudimos ahuyentar la mufa y salimos campeones igual.
Otro artista exclusivo de nuestros rivales de Arroyito fue el norteamericano Neil Sedaka, pero ahí le ganaron de mano a San Lorenzo y a Unión, los otros dos clubes de Argentina donde jugó Leonardo Madelón. Oh Carol es el éxito principal de la carrera de Sedaka y también el segundo nombre del ex volante ofensivo y actual director técnico. Oh Carol, Carol Madelón era el grito de la popular cuando lo anunciaba la voz del estadio (un grito, por cierto, que difícilmente vuelva a darse después del 23 de mayo de 2010)
Newell’s también tiene su incunable: Cómo te va mi amor, del Trío Pandora, una declaración de fraternidad imperecedera hacia la hinchada de Platense. Cómo te va Marrón, cómo te va, yo soy de Newell’s y te vengo a saludar, no soy de San Martín ni de Central, yo soy de Newell’s amigo del Calamar. Pero siempre fue un cantito muy de ghetto, propio de la cultura endogámica de la barrabrava, y nunca terminó de trascender más allá de los paravalanchas. Lo mismo sucedía con Derroche: las personas mayores preferían no asumirse como consumidores de frula y los más jóvenes desconocían su significado (yo nací en el Parque y como fruta, cantaba mi hermano).
Con Devórame otra vez la historia es distinta. Es una canción que en Argentina nunca sonó en otra cancha que no sea la de Newell’s y fue realmente muy masiva, pero en los últimos años cayó en desuso. No porque se olvidara el tema ni porque se hayan separado las Azúcar Moreno, el problema es que nuestras victorias en los clásicos también cayeron en desuso.