La transición de Noelia
#6 | El 10 de abril de 2005 se jugó un partidazo en el Parque. El Newell's de Ortega contra el River de Gallardo. Aunque Google no me crea, ganamos 4 a 2.
Duró poco menos de una hora. Arrancó a los 44 minutos del primer tiempo y se terminó de concretar a los 21 del segundo. Bastante menos de una hora, treinta y siete minutos para ser precisos. O tal vez cuarenta, a lo sumo cuarenta y dos, si contemplamos que los quince minutos de entretiempo nunca son exactos y que además es muy probable que Gabriel Brazenas haya dado unos minutos de descuento después del penal que Villar le atajó a Gallardo sobre el final de la primera parte.
El partido se jugó en el Parque pero no estábamos en la cancha, con Noelia lo fuimos a ver a un bar cercano, al de la esquina de Mendoza y Francia (no a El Tony porque ahí no trabajan Heineken, a Wilfredo, el de enfrente).
Noelia es mi cuñada y le gusta el fútbol. Es de un pueblo del sur de Santa Fe, Santa Isabel, y se vino a vivir a Rosario con las hermanas cuando terminó la secundaria. En Santa Isabel es hincha de General Belgrano, un club que juega en la liga venadense, y para equipo de Primera División no eligió Independiente como el padre sino River como la madre. La influencia de Newell’s y Central va perdiendo fuerza más allá de los 30 o 40 kilómetros de distancia de Rosario y lo más normal es que a partir de ahí la gente de los pueblos sea de River o de Boca. Y la ocasión para ver en la cancha a sus equipos se daba cuando venían a jugar acá. Las tribunas visitantes se llenaban pero no necesariamente con hinchas llegados desde Buenos Aires. Por eso siempre los recibíamos igual: “Olelé, olalá, son todos chacareros, la hinchada dónde está”.
Noelia lo sabía porque eso les gritaron en la cancha de Central la primera y única vez que vio a River en vivo desde una tribuna. Ese día (esa noche) la llevó quien verdaderamente le alimentó el fanatismo por River: Gustavo, el mejor amigo de una de sus hermanas más grandes. Cuando Noelia llegó a Rosario, fue Gustavo el que la inició en el hábito de mirar a River tomando Heineken. Con Gustavo celebró la Libertadores del equipo de Francéscoli, Gallardo y el Burrito Ortega del 96 y con Gustavo padeció el 3 a 0 de Palermo en una pierna del 2000.
Pero Gustavo se murió en agosto de 2004 y se quedó sin compañero para lo de River y las Heineken. Entonces, el 10 de abril de 2005, yo no fui a la cancha y lo vimos en el bar. Newell’s venía de salir campeón y en el equipo jugaba Orteguita, había otros que eran buenos en serio (Villar, Belluschi, Scocco) pero ella únicamente lo conocía a él. Los de River sí le resultaban más familiares: Lucho González, Mascherano, Gallardo. También decía “qué bueno está el arquero”. No le sabía el nombre (Franco Constanzo) pero le tenía estudiadas las facciones de la cara, el pelo, la espalda, las piernas, y probablemente el culo (con los años me enteré que las mujeres también son de mirar culos).
El mozo todavía no había traído la primera Heineken y el Burrito casi mete el primero: cabezazo a quemarropa entrando al área chica después de un centro perfecto de Belluschi, vuela Constanzo (el del culo) y la saca al córner. Yo contuve el grito y Noelia el susto de pensar que Ortega podía arruinarle el domingo. Pedimos unos maníes y Noelia festeja un gol pero el réferi lo anula mal por un offside que no fue (eran épocas sin VAR, aunque ahora también te pueden anular goles válidos). Al ratito hay otro y ese sí lo grita en serio porque vale: River 1 a 0 en ocho minutos, A los trece mete el segundo y Noelia enloquece, yo pido la segunda Heineken.
Los minutos siguientes sólo empeoran, Gallardo maneja la pelota a su antojo y Newell’s está para el cachetazo. Yo también. Noto que Noelia lo advierte, por sus movimientos, por algunos gestos mínimos, como si la empezara a incomodar su alegría. Villar tapa el tercero y el mozo destapa la tercera. Ya no soy yo el que toma la iniciativa, es Noelia quien se hace cargo de los vasos y me sirve primero a mí. “Tomá, te va a hacer bien”, parece decirme. Ya no mira el partido, intenta distraerme elogiando la voluntad que pone Ortega y se queja de que nadie lo acompañe.
Hay una película de Nani Moretti que se llama “La habitación del hijo”, ganó la Palma de Oro en Cannes en 2001. Un hijo muere, la familia tiene que atravesar la pérdida y a cada uno le afecta de una manera particular; los diferentes procesos del duelo van articulando el desarrollo de los personajes y de la historia. Hasta que en un momento el agobio paralizante de la tragedia parece encontrar alivio.
Minuto 44 del primer tiempo. Brazenas cobra penal para River y Noelia se pregunta si el delantero no estaba adelantado. Le digo que los jugadores de Newell’s no protestan y ella contesta que deberían. Acomoda Gallardo, no le pega fuerte ni con buena dirección, el tiro es anunciado y a media altura. “¡Lo atajó!”, me sacude para que levante la vista así al menos veo la repetición. En el bar hay más gente de Newell’s mirando el partido y también los anima, quizás como disculpa por haber gritado los dos goles del comienzo.
En el entretiempo sale a fumar y charla con unos que están en las mesas de afuera. Vuelve y apenas arranca el segundo tiempo pedimos otra Heineken. Gol de Newell’s, descuenta Belluschi a los cinco minutos. Lo celebro con un grito seco, breve, no eufórico sí entusiasta. “Ahora se va a poner lindo”, me dice. Efectivamente: dos minutos más tarde empata Capria de cabeza y se escucha el estruendo que viene de la cancha. En el festejo moví la mesa y cayeron los dos vasos, no se rompieron pero tenemos que pedir otra.
Las emociones cambiantes del partido, los cuatro goles y las cinco Heineken lo traen a Gustavo. “¡Cómo lo quería a Ortega, lo adoraba!”, evoca Noelia después de que pateara un tiro de lejos y Constanzo (el del culo) la sacara al córner.
Minuto 20 del segundo tiempo. Pase largo a Scocco, recibe de espaldas afuera del área, retrocede unos metros para girar, ponerse de frente al arco y empezar a gambetear. Junta tres defensores y le libera el espacio a Belluschi que viene picando por la derecha, le tira el pase preciso y suave en profundidad. El arquero sale atolondrado, se lo choca, penal.
Minuto 21, lo patea el Burrito Ortega, gol. Él no lo grita, Noelia sí, lo grita más que yo y me abraza. Treinta y siete minutos, tal vez cuarenta o a lo sumo cuarenta y dos, duró la transición. A través de Ariel Arnaldo Ortega, se acordó de Gustavo y que la gracia del fútbol está en los rituales. Entonces, a partir de ese día, Noelia se hizo hincha de Newell’s.
Nota al pie: Google botón
Buscando datos, fotos y videos del partido, recurrí a Google y descubrí que el predictivo de Google es lapidario. Sabe que River nos lleva 36 partidos en el historial y por eso cree que me estoy equivocando en la búsqueda cuando escribo "newells 4 river 2". Entonces me sugiere lo contrario.