El Panza Verde de Nogoyá
#2 | Roque Raúl Alfaro debutó en 1975, un año después de nuestro primer campeonato. Jugó 287 partidos y metió 73 goles. Fue lo mejor que me pasó en una cancha de fútbol.
Héctor Martínez trabaja en la librería escolar Torremolinos, que está sobre calle Santa Fe casi esquina Balcarce, bien enfrente del Normal 2. Ahí caemos cada mañana antes de entrar a clase para comprar el mapa físico de América que pidió la señorita Edith o el compás que hace falta para Geometría. Los lunes atiende con cara de dormido. A mí también se me cierran los ojos porque hasta las doce y media de la noche lo estuve viendo por televisión. Héctor Martínez trabaja en el programa Todo el Deporte, que va por canal 5, después de Las mil y una de Sapag y La película del Domingo.
Relata a Newell’s y a Central cuando juegan de local y en Todo el Deporte pasan el resumen de los partidos y los goles. Rara vez hay un cero a cero. Su estilo para seguir el juego es bastante menos florido que el del otro Héctor, Vidaña, el relator de El Show de los Goles en canal 3. No dice “banderín solferino” ni “el conjunto del Parque de la Independencia vistiendo su tradicional casaca sangre y luto” ni “en el barrio doctor Lisandro de la Torre se enfrentan hoy el team auriazul versus la Asociación Atlética Argentinos Juniors”. No. Héctor Martínez se limita a nombrar a los jugadores que tocan la pelota, no describe acciones ni el lugar de la cancha donde se desarrollan: tal vez confía en que el televidente puede arreglarse solo. Por lo general, y a diferencia de Vidaña, desconoce los apellidos de los rivales de Newell’s y Central. Lo mismo le pasa con la ubicación de los cuadernos de caligrafía y los sacapuntas en la librería. La mujer lo reta cuando no encuentra algo porque dice que le hace perder tiempo.
¿Cómo puede retarlo tan temprano delante de todo el mundo? Es el tipo que relata los partidos por la tele, señora. Es el que nos enseñó a estirar la A cada vez que gritamos un gol. Porque el inventor del gaaaaaal no fue Mariano Closs, fue Héctor Martínez los domingos a la noche en Todo el Deporte. Y en el torneo del 87/88 se cansó de gritar gales de Roque Raúl Alfaro.
“La toca Newell’s. El Tata. Rossi. El centro. Alfaro. Alfaro Alfaro Alfaro Alfaro Alfaro. Gaaaaaaaaaaaaal de Newell’s. Obra del Roque Raúl Alfaro. El entrerriano dando cátedra en el Parque. A los tres minutos cuarenta segundos. Cuatro a cero”.
No hay goles feos de Alfaro en ese torneo. Metió catorce de los sesenta y ocho que hizo Newell’s. Cuatro a Boca, dos a Vélez, a Argentinos y a Independiente, uno a Platense, Instituto, Estudiantes y River. De media cancha, de cabeza, pateando fuerte, a colocar, entrando al área con gambetas verticales o desbordando por afuera, de emboquillada y hasta metiéndose en el arco con la pelota que no le pueden quitar. Alfaro tenía una habilidad certera, sin firuletes (como los relatos de Héctor Martínez). Pasitos cortos y la aceleración justa para ganarle en velocidad a cualquiera y buscar la pared, dar el pase en cortada o amagar y seguir gambeteando él. Y si eso no se puede, tocar para atrás y reacomodarse para volver a empezar. O apuntarle al arco desde cuarenta metros sin levantar la cabeza para no alertar al arquero. Es posible que Navarro Montoya todavía no se haya enterado del cuarto gol a Vélez en la segunda fecha.
Lo de Roque Alfaro en ese Newell’s campeón fue lo mejor que me pasó en una cancha de fútbol. Mi entusiasmo inicial era con la vuelta de Ramos y Almirón porque ya los había visto jugar con nuestra camiseta, a Alfaro no. Debutó en el 75 (el año en que nací) y se fue al Panathinaikos de Grecia en el 80 (antes de que yo empezara a ir a la cancha), después anduvo por América de Cali y volvió a Argentina para jugar en el River que ganó todo y nos sacó diez puntos en el torneo 85/86. Lo tenía más como el socio de Alonso en el medio para abastecer a Alzamendi y Francéscoli que como jugador nuestro. Además venía de un paso sin brillo por la selección argentina en la Copa América del 87, justo en el momento en que se había concretado su vuelta al club como tercer refuerzo “de experiencia”. Treinta y un años recién cumplidos tenía Alfaro cuando empezó la temporada en la que fue Maradona.
Y así como Maradona fue barrilete cósmico en el 86 por Víctor Hugo Morales, Alfaro fue panza verde en el 88 por Héctor Martínez.
“Se va Alfaro. Alfaro Alfaro Alfaro. La pidió Almirón. Alfaro Alfaro. Gaaaaaaaal. Gal gal gal del Roque Raúl Alfaro. Qué golazo. Esta sí que la hizo al estilo entrerriano. A los veintisiete minutos y medio, el panza verde de Nogoyá, Roque Rául Alfaro, el golazo de la tarde. En un partido que estaba dormido porque todos estaban en el festejo, porque los jugadores de Newell’s estaban en otra cosa, los despertó Alfaro”.
Era petiso el Roque, no llegaba al metro setenta, y la cara de viejo bueno la traía desde chico, quizás la pera hacia adelante y la boca sin labios le daban ese aspecto de señor mayor. A veces pienso que los jugadores de antes parecían todos más viejos que los de ahora, después me acuerdo de que ahora el viejo soy yo. Lógica pura. Como la que aplica Héctor Martínez cuando se lamenta porque un tiro pasa cerca: “si esa pelota entraba era gal”.
Con el Roque Raúl Alfaro del campeonato 87/88 nunca tuvo ese problema: entraba todo lo que pateaba.
Tuve la suerte de conocerlo , lo tuve de dt en las inferiores de nob , como jugador saben lo que fue los que lo vieron pero te puedo asegurar que es mejor persona todavia