El Coloso de Rodas
#6 | Gustavo Ariel Rodas debutó en la primera de Newell's el 18 de agosto de 2002. Tenía 16 años, 7 meses y 2 días. Ese día metió un gol. Decían que era mejor que Messi.

Hace poco alguien hizo esta pregunta es Twitter: “Podés viajar en el tiempo y hacer que entre UN GOL que falló un jugador de tu club: ¿Cuál elegís?”. La primera jugada que se le viene a la cabeza a cualquier hincha de Newell’s es el tiro en el palo del Negro Zamora en el Morumbí, en el primer tiempo de la revancha contra el San Pablo de Telé Santana por la final de la Copa Libertadores 1992. Habíamos ganado la ida 1 a 0 y fuimos confiados a Brasil, pero ya en los primeros quince minutos del partido de vuelta nos dimos cuenta de que San Pablo tenía un equipazo.
Desde que arrancó la tuvieron siempre ellos, tocaban y encaraban, iban al frente y nosotros nos defendíamos. Ojo, no es que nos estaban pasando por encima porque ese equipo de Bielsa era muy aguerrido. Llop y Berti en el medio no le hacían asco a nada y además tenían carácter para reclamarle al referí, sobre todo el Loco Berti, que no llegaba a los veinte partidos en primera pero se plantaba como un veterano, Martino y Lunari también daban una mano si era necesario. Y abajo eran cuatro fieras: Saldaña siempre prolijo y cumplidor, Gamboa más atlético y espectacular, Pochettino que parecía un marine de los que entrenaba cantando “Yo trabajo para el tío Sam” en esa película de Kubrick que acá llegó traducida como Nacido para matar, y el Toto Berizzo que era el alter ego de Bielsa en la cancha. El éxito del planteo defensivo se completaba gracias a una regla que por entonces seguía vigente: el arquero podía agarrarla con la mano si un defensor le daba un pase, por lo que el Gringo Scoponi tenía margen para enfriar el partido. Pero igual la tenían siempre ellos.
Tampoco era fácil salir de contragolpe: Telé Santana había aprendido la lección de una década atrás y sus equipos ya no boludeaban en defensa como el Brasil que perdió 3 a 2 contra Italia en el mundial ‘82.
Cerca del minuto 21, Lunari busca un pelotazo rápido para Zamora a la salida de un tiro libre en contra pero dos defensores lo cubren sin inconvenientes y desde el círculo central le dan el pase atrás al arquero para que la vuelva a poner en campo nuestro. El saque de Zetti queda medio corto, creo que es Martino el que anticipa y despeja, y la pelota vuelve para el Negro Zamora que ahí sí les pudo sacar ventaja a sus marcadores porque los agarró a contrapierna. Encaró solo hacia el área y, antes de que lo alcanzaran, metió un derechazo que reventó el palo.
Esa es la jugada que todos los hinchas de Newell`s fantaseamos modificar en un viaje al pasado, ya sea corrigiendo unos centímetros el tiro de Zamora o avisándole al paraguayo Mendoza que es mejor acompañar la corrida de su compañero unos metros más atrás así no se pasa de largo en el rebote. Pero a mí me da miedo: Ray Bradbury ya nos enseñó que podemos meternos en un quilombo si cambiamos algún detalle del pasado. Además, quedan setenta minutos por delante y nada me garantiza que Raí, Cafú, Palinha y Müller no puedan darlo vuelta igual.
Otra tentación podría ser gritarle a Pomelo Mateo que la deje pasar, que faltan cinco y el partido está controlado, que no es necesario despejar de manera atolondrada porque puede terminar en el pie del número 17 del Mineiro que viene embalado con el arco de frente, que el centrito llovido del 20 es inofensivo y atrás la espera tranquilo Guzmán. No hay riesgo de gol en la jugada, Pomelo, no la toques. Tampoco hay riesgo de que mi vida cambie para mal: es el año 2013 y ya nacieron mis dos hijas, es imposible que una alteración en la línea temporal las borre de la foto familiar como le pasaba a Marty McFly en Volver al Futuro. Sí sería un problema viajar hasta diciembre de 1971 y evitar alguna de las atajadas de Menutti o convencer al Negro Gónzalez de enganchar hacia adentro y no tirarle el centro a Poy, la pesadilla recurrente de Fontanarrosa. Podríamos haber ganado nosotros pero yo no lo sabría: sin esa derrota, mi papá no se hubiera puesto de novio con mi mamá.
No es fácil la pregunta, quizás convendría ser más drástico y no pensar en cambiar una jugada puntual sino en mandar un Terminator al pasado para boletear a la mamá del Tuta Torres y ganar sin dificultades la Liguilla del 86. Mejor no. Prefiero un ajuste imperceptible, que no modifique el curso de la historia, que sea un retoquecito, un cambio que sea un mimo. Volvería a un clásico de 2005, no al de la Sudamericana del mes de agosto sino al que se jugó el 20 de febrero en cancha nuestra y que salió 0 a 0. Volvería para recalcular un tantito así la trayectoria del zurdazo del minuto final, que no pegue en el travesaño, que sea gol. Quiero que Billy Rodas tenga su día de gloria eterna con la camiseta de Newell’s.
Gustavo Ariel Rodas nació en 1986 y debutó con un gol a Talleres en 2002. Tenía dieciséis años y a los quince Eduardo López ya le había hecho firmar contrato como profesional. Hacía rato que se decía que en las categorías infantiles del club estaban los tres 10 del futuro: la 88 lo tenía a Mauro Formica, la 87 a Lionel Messi y la 86 a Rodas (las veces que jugaron juntos con Messi en un mismo equipo, la 10 la usó Rodas). Después de negarse a pagar el tratamiento de Messi y precipitar su salto sin red al Barcelona, el presidente que también se negaba a permitir elecciones en el club no quiso arriesgarse a perder a otra de las joyas de inferiores y selló el vínculo formal con el Billy.
“Yo quería hacer cosas típicas de chico y no podía. En inferiores de AFA se descontroló un poco todo. No lo tomaba tan responsablemente. No sentía mucho al fútbol, lo jugaba porque tenía las presiones de mi viejo”, le dijo Rodas a Infobae hace un par de años. En esa entrevista también cuenta que apenas firmó contrato nació su hijo y empezó a tomar al fútbol como un trabajo. Con el sueldo que cobraba también se hizo cargo de sus hermanos: “No soñaba tanto en grande. Quería ganar plata y lo tomaba como un trabajo, no tenía muchas ambiciones en el fútbol. No lo sentía ni me gustaba y esa falta de pasión me habrá jugado en contra”.

En Newell’s jugó 32 partidos entre 2002 y 2006, en la campaña del título de 2004 no jugó ninguno pero dice que el Tolo Gallego fue el técnico que más trató de ayudarlo y guiarlo. “Me quería todo el tiempo al lado de él. Me obligaba a ir a comer todos los días al hotel donde se hospedaba y hasta quería que me fuera a vivir ahí”. Nunca terminó de consolidarse y en 2007 pasó a préstamo a Tiro Federal. Volvió a los seis meses, finalizó su contrato, no le renovaron, firmó con El Porvenir, después se fue a jugar a Perú, fue figura en el León de Huánuco que clasificó a la Libertadores 2010, anduvo por Ecuador, Japón, China, Bolivia, el ascenso argentino y se retiró en Perú.
Es posible que el gol que quiero hacerle meter en el clásico del 20 de febrero de 2005 no le hubiera cambiado la carrera. Pero lo imagino corriendo hacia al banco de suplentes a gritar el gol después de eludir sin inconvenientes a Alemanno y sacar el zurdazo de afuera del área que se le mete a Ojeda por atrás y supongo que sería un buen recuerdo para él. Seguramente se vería feliz abrazado a Orteguita y ovacionado por los hinchas en algún video disponible en YouTube. Hasta podría tener guardada la tapa del diario del lunes 21 con una foto suya y de título “El Coloso de Rodas”.