Cuatro puntos arriba de Barracas
#43 | Liga Profesional 2024, fecha 24: A falta de tres fechas, le sacamos cuatro puntos de diferencia a Barracas Central y superamos a Banfield en la tabla. El triunfo contra Independiente fue clave.
Los diez mil pasos diarios que recomiendan los cardiólogos los debo haber hecho en los últimos veinte minutos de partido (más o menos desde que entró Macagno por Hoyos), yendo y viniendo desde el comedor hasta el patio con el propósito infantil de acelerar el paso del tiempo. Por supuesto, lo único que se iba acelerando eran mis pasos sin destino. Después de una jugada en la que pudimos meter el tercero —un tiro de Miljevic que pasó cerca, luego de una buena combinación con Banega— tuve un mal presagio, que se confirmó a la jugada siguiente cuando Hoyos tapó con la cara una volea a quemarropa dificilísima y terminó chocando feo contra el palo.
Lo que atajó Lucas Hoyos contra Independiente fue una locura. Es un arquero desparejo, que juega bien con los pies y sale a cortar centros con criterio, pero que siempre tiene un momento Hoyos dentro de los partidos, en el que sus manos enloquecen como si fuera un jugador de playstation manipulado con malicia por el joystick de un niño díscolo. La tarde-noche del martes 26 de noviembre no sucedió nada de eso, más bien todo lo contrario. Enmendó cada una de las torpezas de nuestros defensores y desactivó cualquier intento de los rivales por acercarse al empate. A eso de los 30 minutos del primer tiempo tuvo una atajada descomunal, en la que puso el brazo firme a puro reflejo en un mano a mano contra el mismo jugador que provocó su golpe contra el palo después de ahogarle el grito de gol con la cara.
Mi principal lamento en ese momento en que los médicos lo atendían no era tanto por el golpe como por el tiempo que se estaba demorando, esos parates que el cuarto árbitro cronometra con precisión y después se descuentan íntegros. Aunque la televisión mostrara las repeticiones desde distintos ángulos y uno pudiera comprobar la contundencia del choque contra el palo, en el fondo creí que buscaba demorar el juego y no me parecía una actitud inteligente. “¡Ves! Ves que está haciendo teatro”, le grité al televisor cuando el 1 se repuso y volvió al arco. Los relatores y el cronista en el campo de juego insistían en que no estaba en buenas condiciones, que había quedado maltrecho y que el técnico le indicaba a Macagno que acelerara sus ejercicios de precalentamiento, pero yo permanecía incrédulo. Hasta que no lo vi a Hoyos caer de nuevo y pedir el cambio con el gesto clásico de girar las manos como en el antón pirulero, seguí creyendo que se trataba de una simulación, de una exageración que se nos volvería en contra sobre el cierre.
Finalmente a los 31 minutos del segundo tiempo ingresó el arquero suplente y se produjo algo doblemente insólito: el público de Newell’s aplaudió a Hoyos y chifló a Macagno. En realidad, más que insólito, lo primero es inusual (Hoyos tiene más reprobaciones en el lomo que ovaciones) y lo segundo, estúpido (¡cómo se puede liquidar así el ánimo de un tipo al que le quedan más de veinte minutos por delante en los que tiene que realizar una tarea tan delicada!).
A partir de ese momento mis caminatas domésticas se intensificaron, iba y venía por la casa paseando objetos, barriendo algunas migas, colgando al aire libre toallas húmedas, poniéndole comida al gato, destapando una cerveza.
Acá me quiero detener.
Como le pasó a Proust con su madalena, el primer sorbo de la Warsteiner me abrió los recuerdos y emergió desde mis entrañas la misma sensación que tuve hace dos años cuando Mbappé descontó de penal en Qatar. No estoy comparando la final del mundial con un partido random contra Independiente. O sí. El de la vigésimocuarta fecha de la Liga Profesional 2024 era un partido bisagra para Newell’s: Barracas Central ya había ganado el suyo y se puso a un punto, estábamos a tiro del último puesto de la tabla, del deshonor. Debíamos ganar o ganar para mantener la distancia de cuatro puntos. Y mientras sufría cada vez que Independiente cruzaba la mitad de la cancha —con o sin peligro, no importa—, empecé a pensar en el masoquismo de los que dicen “a mí, con el resultado puesto, a la final de Qatar dámela así, con la épica del alargue y los penales”. Están en pedo. ¿Cómo van a preferir un padecimiento así antes que la tranquilidad de un resultado cómodo? La cerveza se te queda en el esófago, masticás la cáscara del maní, bruxás las muelas, te tiemblan las manos, sacudís los pies.
A todo esto, se cumplieron los 45 minutos reglamentarios, Andrés Merlos adicionó 10 más y todavía seguíamos 2 a 0 arriba. Se mantuvo así durante 180 segundos, unos 400 pasos, 500 quizás. Los 7 minutos siguientes los pasé evaluando qué acciones realizar que pudieran durar ese tiempo. No hice ninguna.
Córner para Independiente desde la misma esquina donde partió el centro del gol del descuento con el mismo pateador a punto de ejecutar. Desde la tribuna le tiran cosas y el árbitro detiene el partido. ¡Están locos, necesitamos que esto avance, que el tiempo transcurra, no que se detenga! Se reanuda y el córner se va a cualquier lado. Menos mal. Pero el saldo no es del todo positivo porque Independiente salió de esa situación con un minuto más a favor. Por suerte, Andrés Merlos se dedica a administrar ese tiempo de manera arbitraria, generando microcortes, impidiendo que la cosa fluya, poniendo la pausa que nuestros jugadores no pueden. Se juega hasta los 55 minutos con 57 segundos: el pitazo final llega cuando Independiente se disponía a sacar un lateral en ataque. Sus jugadores enloquecen y se le van al humo. Yo le agradezco el favor, pero sabiendo que la próxima vez Merlos nos va a cagar a nosotros. Así funciona.
El once inicial de la fecha 24: Newell’s 2 - Independiente 1
PD 1: Perdón Messi pero tu pibe más grande se queda acá, no a jugar (eso es lo de menos) sino como amuleto, en lo posible comiendo la misma empanada y sentado al lado del hijo de Suárez (también lo lamento por su padre, que deberá dejar al chico en el estadio que lleva el nombre del entrenador a quien tanto criticó).
PD 2: Dijo Gustavo Báez: “Respecto de aquel intríngulis sobre el Colo Ramírez, si era un goleador doliente o si era un queso, pareciera ir resolviéndose el caso. Luego de tantos partidos, si suponemos por un momento que sea lo primero, estamos ante un verdadero romántico al nivel de Cyrano de Bergerac”.
PD 3: Me siento culpable por haber creído que lo de Hoyos era simulación: parece que se jodió los ligamentos cruzados luego del golpazo que se dio contra el palo. Una pena por él, no se lo merecía después del partidazo que hizo.
PD 4: También me siento culpable por no poder evitar el uso de este tuit para incluir un chiste sobre el cierre: