Con la zurda de Mansito
#6 | Damián Alejandro Manso, el Piojo, nació el 6 de junio de 1979. 195 partidos en Newell's, 15 goles, 1 título. El último 10, el primer prototipo.
Un prototipo es el primer modelo que se fabrica de un invento y es necesario para poder experimentar si efectivamente funciona la idea que tenemos en la cabeza. Es una versión inicial que se testea en simulaciones de laboratorio para detectar fallas y diseñar posibles mejoras. Superada esa instancia, luego se la pone a prueba y se la exige en terreno para evaluar su comportamiento en condiciones reales. En Los Increíbles, la película de Pixar, se muestra muy bien cómo funciona el proceso. Hay un pibito muy hinchapelotas que se vuelve científico loco porque un día se enoja con Míster Increíble, jura vengarse de él y empieza a desarrollar máquinas indestructibles que puedan ser capaces de repeler todas las habilidades de los superhéroes y derrotarlos. Expone su prototipo a diferentes peleas de verdad y eso le permite ir haciendo ajustes hasta llegar a la versión definitiva.
Si pensamos en Lionel Andrés Messi como el resultado final de un proyecto para crear la máquina perfecta, el primer prototipo fue Damián Alejandro Manso.
Un metro con sesenta y siete centímetros, mucha velocidad, mucha aceleración, gambeta simple pero indescifrable, capacidad para escurrirse en espacios imposibles, recuperador de pelotas número uno en campo rival, inteligente, perfil bajo. Y una zurda perfecta.
Marito Zanabria lo largó a la cancha a los 16 años contra el Boca de Bilardo, Maradona y Caniggia un sábado a la noche que ganamos 1 a 0 (entró a los 30 minutos del segundo tiempo en reemplazo de Jaimito Peralta). La moda en abril de 1996 indicaba ropa holgada para los jugadores de fútbol y Manso parecía disfrazado, como cuando en primer grado te compraban un guardapolvo grande para que te durase toda la primaria. Las piernitas le bailaban en el pantalón. Pero no le temblaban. La pedía siempre aunque lo cagaran a patadas. Se levantaba, la volvía a pedir y a la jugada siguiente encaraba otra vez.
El año que debutó, Newell’s jugaba en Arroyito porque estaba remodelando su estadio. Dos meses después del debut de Mansito, el 23 de junio, llegó el clásico y fuimos locales en cancha de Central. Cejas; Aquino, Raggio, Siviero y Faggiani; Priotti, Hernán Franco y Manso; Scaloni, Gabrich y Bruno Marioni, que en ese entonces todavía era Bruno Giménez. La historia ya la conocemos: ganábamos fácil 2 a 0, penal para Newell's contra el arco de ellos y desde la tribuna empezaron a tirar bombas de estruendo al campo de juego para suspenderlo. Manso jugaba su sexto partido, el segundo como titular, y la rompió. Esa tarde nació el hit de Thalía, "Baila Palma, con la zurda de Mansito, para todos los canallas, los putitos de Arroyito".
Después de esa irrupción insolente, los rivales empezaron a tomarle la mano y hacerle sentir el rigor más de la cuenta. Hubo que preservar el prototipo y hacerle un par de ajustes, volverlo físicamente más resistente, incorporarle masa muscular sin perder agilidad, sutileza ni explosión. Llevó un tiempo ese proceso. De hecho, en el campeonato de 1997 que Newell's peleó contra el River de Francéscoli, Gallardo y el chileno Salas jugó muy poquito, apenas un par de partidos sobre el final por ausencia obligada de algún titular. Tampoco estuvo en los planteles definitivos del sub 20 campeón de Pekerman (aquel de Samuel, Scaloni, Aimar, Riquelme), ni en el Sudamericano de Chile ni en el Mundial de Malasia. Se notaba que todavía no estaba a punto.
Recién volvió a pleno en la segunda mitad de 1998. En ese momento yo había dejado de ir a la cancha porque no quería saber nada con la presidencia de López y lo miraba solamente cuando lo pasaban por televisión. Hasta que un día me dije que no podía ser tan boludo de perderme a Manso en vivo y en directo. Y volví en la primera fecha del Clausura 1999. Clásico contra Central, 4 a 1, paseo y el uruguayo Canals que todavía no se enteró por dónde le pasó el sombrerito en el cuarto gol. El Piojo Manso contra Central fue el primer ensayo, el anticipo de lo que sería la Pulga Messi contra el Real Madrid, un jugador que en los clásicos juega mejor que nunca. Es probable que Lionel ese día haya estado en la tribuna. En una entrevista con Jorge Valdano antes del Mundial de Qatar contó que en esa época iba a la cancha con sus compañeros de infantiles y que los veía jugar a Manso, a Terremoto Cejas, a Real, a Cobelli.
Consolidación, transferencia, lesión, regreso, nueva partida, nuevo regreso, nueva lesión, campeón
Esos dos años y pico vimos lo mejor de Manso, alcanzó un nivel superlativo de manera sostenida, no en partidos sueltos. Eso provocó tres cosas; 1) que Bielsa lo convocara a la selección para un par de partidos, aunque nunca lo hizo debutar (¡qué le costaba ponerlo esa vez contra México en Los Angeles! Argentina ganaba 1 a 0 y a los 78 minutos salió el Burrito Ortega, ahí tenía que entrar Manso, no Galletti; a favor del Loco: 4 minutos después Galletti convirtió el segundo); 2) que varios clubes de Europa, sobre todo de la liga francesa (donde ya brillaba Lucas Bernardi), posaran sus ojos en él; 3) que el presidente López se convenciera de que no era un prototipo sino el modelo terminado y a mediados de 2000 se negó a pagar el tratamiento hormonal de Messi.
En septiembre de 2001 finalmente partió a jugar a Francia, al Bastía, en una transferencia rara: no lo compraron, fue a préstamo con opción de compra. Le costó adaptarse pero anduvo bien, 22 partidos y 1 gol, hasta que llegó su primera lesión en la rodilla, que terminaría marcando el resto de su carrera. El club francés no hizo uso de la opción de compra y volvió a Newell’s.
Su regreso estuvo signado por una leyenda negra que lo ubica como testigo involuntario de una situación que no viene al caso mencionar (si les interesa el morbo, pueden googlear), lo único concreto fue que a mediados de 2003 pasó a préstamo a Independiente. Parecía el club ideal para un 10 chiquitito y talentoso, venían de ser campeones y jugaban Copa Libertadores. Arrancó bárbaro (hasta le hizo un gol a Racing) pero se fue desinflando por problemas familiares (una enfermedad de su hijo recién nacido) y terminó yéndose mal por toda la plata que le debía el club (presidido por el payaso de Ducatenzeiler, que ahora se hace el gracioso por YouTube con el otro payaso que bardeaba a Messi).
Volvió a Newell’s para el Apertura 2004.
De técnico ya estaba el Tolo Gallego (que había sacado campeón a Independiente dos años atrás), comenzaban a consolidarse en defensa el Tano Vella, Sebastián Domínguez y el Colorado Ré, asomaban Belluschi, Marino, Borghello y Nacho Scocco del medio hacia arriba, y vinieron Justo Villar, Julián Maidana, el Mago Capria y el Burrito Ortega. Para ese plantel, un Manso en plenitud con 25 años parecía perfecto. Y así pintaba. No desentonó en la derrota del debut contra Vélez, fue la figura del triunfo en el clásico de la segunda fecha, también en la victoria contra Huracán de Tres Arroyos. A los 32 minutos del primer tiempo contra Colón por la cuarta fecha sucedió lo peor: lo trabaron fuerte desde el piso y terminó con rotura de ligamentos cruzados. Afuera de las canchas por todo el torneo. Ya sabemos que igual fuimos campeones y que Manso festejó en Avellaneda como uno más, pero se merecía jugar con el Burrito Ortega, que recién debutó en la quinta fecha. Lo que hubiera sido eso.
Los años siguientes y el último regreso
Se recuperó de la lesión y volvió sobre el final del Clausura 2005, también estuvo en el plantel durante el Apertura, arrancó con un gol en el triunfo contra Tiro Federal pero ya no era el mismo. Jugó poco (apenas 5 partidos), a fin de año López lo dejó libre y se fue a jugar a Grecia, donde estuvo un año y medio.
En agosto de 2007 el Patón Bauza dirigía en Ecuador a la Liga Deportiva de Quito y pensó en Manso como refuerzo. Como técnico de Central lo había sufrido muchísimas veces, conocía sus condiciones, sabía lo que le podía dar, lo pidió, los dirigentes le dieron el gusto. Cuando fue a la revisión médica saltó el problema de la rodilla. Casi se frustra la transferencia pero Bauza insistió. Y no se equivocó. En 2008, con Damián Manso como figura, la Liga de Quito fue el primer equipo ecuatoriano de la historia en ganar la Copa Libertadores. Y en diciembre de ese año jugaron la final del Mundial de clubes contra el Manchester United de Carlos Tévez, Wayne Rooney y Cristiano Ronaldo. Perdieron por muy poquito, 1 a 0 en un partido parejo. El Piojo obtuvo el Balón de Bronce en esa competición, por detrás de Ronaldo y Rooney.
Nuevamente Manso sirvió como ensayo para lo que sucedería con Messi un par de meses después. El Piojo mostró el camino con la Liga y la Pulga con el Barcelona le ganó la final de la Champions 2009 al United. Por supuesto, el mejor fue Messi.
Su rendimiento en esos años estuvo a punto de llevarlo a dos selecciones, la argentina y la ecuatoriana. Finalmente no se dio ninguna. Con Argentina estuvo la posibilidad porque Maradona no quería repetir el papelón del 6 a 1 contra Bolivia en La Paz; junto a Bilardo, pensaron en armar un equipo especial para ir a jugar a Quito en la fecha siguiente de las Eliminatorias y en los planes estaba Manso. Pero finalmente se descartó la idea. Y en el caso de Ecuador, hace muy poquito el propio jugador contó en una extensa entrevista que el presidente de entonces, Rafael Correa, le ofreció nacionalizarlo para que pudiera jugar por esa selección y que él, “por tonto”, lo rechazó.
Los años siguientes pasó por distintos clubes de México, volvió a Liga de Quito, se fue a Arabia Saudita, tuvo un último paso por el fútbol ecuatoriano y, por fin, volvió a Newell’s para reforzar al equipo de Alfredo Berti que venía de ser campeón con el Tata Martino. Es cierto que llegó muy disminuido físicamente pero igual hubiera merecido más oportunidades. Berti lo usó muy poco y su último paso por el club tuvo un sabor amargo, que se potenció cuando al año siguiente, jugando para Chacarita en primera B Metropolitana, hizo un partidazo y nos dejó eliminados de la Copa Argentina 2015.
Yo vi jugar a Manso.