Con el corazón en la mano
#19 | Liga Profesional 2024, fecha 3: Gol de Méndez para ganarle de local a Defensa y Justicia y achicar la distancia en el historial.
Si me preguntaran qué es la felicidad, diría que es una esfera de 68 centímetros de circunferencia ingresando en un rectángulo de 7,32 metros por 2,44. “Depende en qué rectángulo”, observa mi amigo Marcos. Y tiene razón, voy a tener que ajustar mi hipotética respuesta: la mayoría de las veces ocurre que la esfera ingresa en el rectágulo que está el cuidado del arquero nuestro y a mí se me arruina la semana. Es misterioso el poder que ejerece en millones de personas esa sencilla acción física. Es alucinógeno: gana tu equipo y los maniquíes te guiñan, los semáforos te dan tres luces celestes y las naranjas del frutero de la esquina te tiran azahares. Antes de que saltara Méndez para aplicar su cabezazo goleador, yo compartía con mi esposa la pesadumbre por la tapa de cilindro del auto y el saldo casi en rojo en el cajero hasta que termine el mes; una vez que fue estéril la volada del arquero Cristopher Javier Fiermarín (lindo nombre para galán de telenovela caribeña), la preocupación pasó a ser solo de ella.
Por los próximos quince minutos mi único motivo de intranquilidad pasó a ser que Defensa y Justicia no nos empatara, que la esfera de 68 centímetros no ingresara, como tantas veces, en el rectángulo de Hoyos. No sucedió y me volví inmume a la desgracia por una semana.
Yo me quedé con eso, mi mujer con los quince minutos en que estuve hecho un boludo: “Te cambió el gesto, empezaste a mover las piernas y no paraste más”. Lo que empezó como observación, derivó en insolencia: “Yo entiendo que te hayas puesto así en la final contra Francia, pero están jugando un partido contra un equipo que se llama Defensa y Justicia”. ¡No ha lugar, queridísima esposa, para el hipotálamo de un futbolero todos los partidos son finales! Lo que sí debo tomar en consideración es su perplejidad frente a la denominación del equipo rival. Uno ya se acostumbró a la presencia en Primera División de Defensa y Justicia, pero es verdad que es un club con nombre de Ministerio: "¿Juráis desmpeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Ministro de Defensa y Justicia para el que habéis sido nombrado? Sí, juro".
Aunque no sé si da para hacerse muy el canchero con un equipo que nos lleva cuatro partidos en el historial, que viene clasificando de manera ininterrumpida a copas internacionales desde 2017, que ya ganó dos, y al que le regalamos a Lisandro Martínez con un préstamo sin cargo y con opción de compra por chaucha y palito.
A todo esto, ¡lo que jugó Lisandro Martínez ese mismo sábado más temprano en la final de la FA Cup contra el Manchester City! "Es uno de los cinco mejores defensores del mundo", dijo Guardiola después del partido. Lo marcó a Haaland y lo anuló por completo, 1.94 mide el noruego y Licha, con su 1.75, no lo dejó cabecear ni siquiera una vez. Qué visionarios Bermúdez y Llop, que lo prefirieron de 6 a Nehuén Paz (que ahora juega en Independiente Rivadavia de Mendoza) y no le dieron cabida ni a él ni a casi nadie del equipo de Reserva campeón con Vojvoda en 2016.
Me acordé de eso y acabo de perder la felicidad que me produjo el triunfo de local por la tercera fecha del campeonato.
Tratemos de retomar el eje
Lo escuchaba el otro día a Gabriel Milito en un entrevista que le hizo Juan Pablo Varsky y decía algo muy interesante sobre la posesión de la pelota en el fútbol: “No me gusta tener la pelota para decir ‘tengo la pelota’, no sirve. Tener la pelota para dominar, sí. Pero si no sabemos qué hacer, mejor que la tenga el rival. Hay una cosa que es importante y de la que se habla poco: muchas veces, tener la pelota te expone más que no tenerla, porque los errores generalmente se producen cuanto más tiempo tenés la pelota. Yo quiero correr ese riesgo porque me gusta dominar el partido con la pelota, Eso no quiere decir que, en algún momento, lo tengas que dominar sin la pelota”. La charla fue en marzo de este año pero yo la vi recién el domingo, el día después del partido contra Defensa y Justicia, y lo que dice Milito me hizo pensar en el juego de Newell’s. Negativamente, claro.
Cuando tenemos la pelota no somos un equipo incisivo (incluso a veces parecemos caninos): los dos extremos tienen demasiados altibajos, el 9 anda impreciso y Banega está notoriamente disminuido desde lo físico, lo que le quita chances para desequilibrar, no es el mismo de comienzos de año, cuando cada pelota que tocaba tenía un destino certero. De hecho, en los primeros diez minutos de partido, que fueron moderadamente prometedores, con cierta verticalidad y un ritmo que asomaba intenso, el que tomó la lanza fue el Pitbull Fernández Cedrés. Pero sus caraterísticas técnicas, aunque está muy lejos de ser un negado con la pelota, no son las de un volante que arranca la jugada y la puede terminar con una asistencia (no es un Lucas Bernardi, es más bien un Pomelo Mateo).
Y cuando no la tenemos, nunca da la sensación de que podemos dominar el partido igual; por lo general, lo padecemos. Tampoco pareciera que estamos formateados para el contragolpe, no se ve mucha explosión que digamos.
Pensando en todo esto, y en el buen ingreso que tuvo cuando sustituyó a Banega en el segundo tiempo, es que me gustaría verlo jugar un poco más a Esteban Fernández, no como reemplazo de Ever sino jugando juntos, se me ocurre que pueden potenciarse mutuamente. Además, estaría bien ir sabiendo si vale la pena hacer el esfuerzo de poner un millón y medio de dólares a fin de año para comprarle a River el 50 por ciento del pase.
Por último, como lo hemos agarrado para la chacota más de una vez, corresponde reivindicar a Lucas Adrián Hoyos, que tuvo una atajada clave cuando el partido estaba 0 a 0, que pudo ser más espectacular si las cámaras de televisión hubieran colaborado: faltó una toma en cámara lenta desde atrás del arco para poder justipreciar la agilidad en su estirada.